(0) BATTLESHIP, de Peter Berg.

JUEGOS DE GUERRA
Ávida de ideas con las que lubricar su maquinaria, la industria de Hollywood ha recurrido con frecuencia a otras artes para inspirar sus historias. Ello no es criticable per se: la literatura y el teatro han aportado abundantes dosis de dignidad a un medio cuyos orígenes se ubican en una barraca de feria. En los últimos años la TV, los cómics y los videojuegos son los que han contribuido a crear tendencias cinematográficas, con resultados muy desiguales. Pero la moda más reciente en la Meca del cine es trasladar a la gran pantalla aquellos juguetes y juegos de mesa que entretuvieron a generaciones enteras de niños y adolescentes en las pasadas décadas.
El gran beneficiado de este curioso fenómeno es Hasbro, el segundo mayor fabricante de juegos del mundo, sólo superado por Mattel, ambas compañías estadounidenses. Con Transformers (2007) se inició una fructífera relación simbiótica entre la industria del juguete y del cine cuyo alcance todavía se desconoce… simplemente porque es demasiado pronto para calcularlo. Más tarde, G. I. Joe (2009) y varias secuelas de la película anteriormente citada consolidaron dicha asociación.
Exótica versión fílmica del juego de mesa “Hundir la flota”, si es que semejante ocurrencia es posible, Battleship imita el modelo de superproducción perfeccionado por el incombustible Michael Bay, caracterizado por el exceso de efectismo digital y la escasez de complejidades narrativas y conceptuales. Este nuevo enfrentamiento entre el ejército USA y unos malvados alienígenas resulta simplemente tedioso y patriotero, cuyo apogeo es la exaltación del veterano de guerra como última línea de defensa, en una especie de reivindicación de lo analógico frente a lo digital, de lo añejo frente a lo moderno, lo que resulta toda una contradicción dada la naturaleza mastodóntica del film y su derroche técnico.
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