VENTURA PONS, DIRECTOR DE “ANY DE GRÀCIA”

“HAY QUE ESPABILAR Y TIRAR ADELANTE”
En un cambio sustancial de registro, el director catalán Ventura Pons se introduce en la comedia bienintencionada de corte costumbrista, apostando por la risa como terapia contra el desánimo, si bien no renuncia a la reflexión. Inspirada en un caso real, relacionado con un programa social de la Generalitat de Catalunya llamado Viure i conviure, Any de Gràcia narra la complicada relación que se establece entre una vieja cascarrabias y un joven inconformista que debe compartir piso con ella mientras estudia en Barcelona. El film cuenta con un amplio reparto encabezado por Rosa María Sardá junto a Oriol Pla, Santi Millán, Diana Gómez, Ricard Farré, Àlex Maruny y Núria Feliu.
Es tu primer guión original en años, tras realizar muchas películas basadas en obras teatrales o literarias de reconocida autoría. ¿De dónde surge la idea?
De la realidad misma y de la forma más casual e inesperada. Un día me encuentro con un hombre que dijo ser compañero mío del colegio y durante la breve conversación que tuvimos me contó la experiencia de su hijo. Éste había estado viviendo un año, mientras estudiaba primero de carrera en Barcelona, en casa de una mujer mayor que tenía muy mal carácter pero que le enseñó a jugar a cartas. Ya no volví a saber nada de aquel tipo, pero el caso es que volviendo a casa me digo: ¡qué situación más divertida! Dos personas de distinta procedencia y educación obligadas por las circunstancias a convivir en una misma casa. Una mujer que está en la última etapa de la vida y un joven de pueblo que llega a la gran ciudad con ganas de comerse el mundo. El conflicto está garantizado.
En ese sentido, se trata de una comedia basada en la confrontación de opuestos.
Quería jugar un poco con esa dialéctica que surge entre personajes muy diferentes entre sí, uno que despierta a la vida y el otro que casi se está despidiendo de ella, pero también tenía la intención de enfrentar otros conceptos como el pueblo y la ciudad, la tradición y la modernidad, la vejez y la juventud. Esa confrontación da pie a situaciones muy divertidas, sin renunciar a la reflexión. No es una simple comedia de enredos y gags circenses sino que parte de la observación de la realidad. La refleja en toda su complejidad, sin ocultar o disimular los problemas existentes en la sociedad actual: la dificultad de la juventud en prosperar y encontrar su lugar, la soledad de los mayores y su dependencia hacia los demás, los conflictos habituales entre los vecinos de un barrio y los locales de ocio, el fenómeno de la inmigración, etc.
¿A qué se debe este cambio de registro?
En estos tiempos que vivimos, llenos de desgracias y penalidades, me apetecía realizar una comedia que hiciera reír a la gente, que los espectadores salieran del cine con una sonrisa en la cara. Ya casi ni se puede ver la televisión u oír la radio, todo son tragedias. Creo que es necesario dar mensajes de optimismo que neutralicen, aunque sea un poco, tantas malas noticias. La película anima a espabilar y a tirar adelante. Any de Gràcia contiene un final que permite albergar esperanzas en un futuro mejor.
Para crear la banda sonora acudes a los grupos punteros del panorama musical catalán.
Tenía la intención de seguir trabajando con Carles Cases, pero mientras escribía el guión me di cuenta de que quedaría muy bien poner música rock catalana. Pero no los encumbrados, sino gente nueva. ¡Son muy buenos! Además le venía genial a la historia. La banda sonora está compuesta por temas de Mazoni, Sanjosex o El Petit de Cal Eric, entre otros.
El barrio de Gràcia también adquiere cierto protagonismo en la película.
El barrio de Gràcia, donde viví mi infancia, es muy lugar que posee personalidad propia. Enseguida lo elegí como el escenario donde se desarrolla la acción. Porque le daba el realismo que quería transmitir a la historia. Pero también porque me encanta el contraste que hay en él: muchos jóvenes viven allí, lo que le da mucha vidilla, pero todavía conserva el aroma de pueblo. La gente convive como si de un pueblo se tratase, conociéndose todos, con tiendas tradicionales, etc. Any de Gràcia es una película que viene de la calle, surge de la vida misma.
Como director, ¿eres autoritario con los actores o dejas que tengan su espacio?
Me gusta mucho trabajar con los actores a solas, mediante ensayos, para escuchar sus opiniones sobre los personajes que han de interpretar. A la hora de construirlos suelo tener en cuenta sus ideas. Por tanto, creo que suelo colaborar con ellos. El realizador se hace responsable de la película en general, pero puede delegar en los actores la caracterización más definida de los personajes. La mejor improvisación es la preparación, por lo que ensayo mucho las cosas antes de ponerme a rodar.
La presente es la 23ª película de tu ya dilatada carrera. ¿Te queda algo por aprender?
Claro que sí, siempre hay algo que aprender. Es cierto que el oficio que te da la experiencia te permite, por ejemplo, relajarte y disfrutar de los rodajes. Ya no vivo con el agobio propio de mis primeros trabajos.
Pau Vanaclocha
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