(1) LA MONTAÑA RUSA, de Emilio Martínez-Lázaro.

MÉNAGE À TROIS
Decepcionante comedia sexual –más que romántica– desarrollada en torno a un triángulo amoroso, por culpa de un guión que resulta poco verosímil, pese a la buena fotografía de Teo Delgado y a las estimables interpretaciones de Verónica Sánchez, que encarna al personaje-eje de la narración, Alberto San Juan y Ernesto Alterio. El reencuentro casual, muchos años más tarde, de dos compañeros y una amiga de la infancia termina en un trío, ocultado por ella, sin que se exponga con suficiente profundidad la complejidad de esta clase de relaciones ni la dificultad de compaginar y de fortalecer a la vez los sentimientos y las prácticas sexuales.
El realizador, que ha contado en el guión con la colaboración femenina de Daniela Fejerman, declaraba recientemente que pretendía reflejar en el film la eterna inmadurez amorosa de muchas personas pero lo cierto es que su mirada se implica en la trama y resulta bastante convencional, sin un riguroso distanciamiento reflexivo, aunque sin llegar a ser moralizante pese a insinuar un cierto sentimiento de culpa en Ada y dejar un final abierto a toda clase de interrogantes.
La película intenta ser brillante e ingeniosa, siendo comprensible su previsible éxito en taquilla, pero apenas logra traspasar el esquematismo y el tono habituales: mentiras y celos en la relación a tres bandas, disyuntiva entre el amante fogoso pero tosco y el compañero afectuoso pero aburrido, dando por imposible la síntesis ideal entre ambos tipos de masculinidad. Martínez-Lázaro parece no haber aprendido las lecciones magistrales de Lubitsch (Una mujer para dos, 1932) y de Truffaut (Jules et Jim, 1961) antes de adentrarse en los nuevos territorios, mucho más libres pero también más conflictivos, de las relaciones sentimentales en el siglo XXI, lo que viene agravado por un injustificado alargamiento del metraje de la película.
El director ha subordinado al ingenio y la paradoja, con situaciones de enredo y diálogos chispeantes, el rigor en el estudio de personajes, cediendo a lo fácil y gratificante: escenarios de lujo, de alto standing, en un Madrid para millonarios. En suma, un film fallido que enfrenta como irreconciliables la genitalidad y los sentimientos en las relaciones amorosas, un dilema artificioso que elude una realidad mucho más rica y compleja.
A destacar la participación y actuación del magnífico violinista Ara Malikian, al que vimos no hace mucho en la divertida pieza teatral Pagagnini.
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