ÁLEX DE LA IGLESIA, DIRECTOR DE “LA CHISPA DE LA VIDA”

“SE PUEDE CONSERVAR LA DIGNIDAD INCLUSO CUANDO SE TOCA FONDO”
La desesperación de un individuo que toca fondo y la ausencia de límites éticos en la televisión actual son los ingredientes fundamentales del nuevo film de Álex de la Iglesia. La chispa de la vida es una mordaz película sobre cómo un publicista en paro vende su inminente muerte para que sea emitida en directo y sacar tajada, aunque sea para ayudar a la familia. El cineasta vasco reúne en esta tragicomedia al humorista televisivo José Mota con la estrella mexicana Salma Hayek, junto a un sólido plantel formado por Fernando Tejero, Juan Luis Galiardo, Blanca Portillo, Juanjo Puigcorbé y Carolina Bang, entre otros.
¿Cuál es la chispa de la vida de la que habla el título de la película?
La esperanza, esa obstinada creencia en que las cosas van a salir bien y que todo tiene solución. Una ilusión absurda que, sin embargo, resulta fundamental en los malos momentos de la vida y por eso no hay que perderla nunca. Pero también es la dignidad, que no se pierde nunca a pesar de perder el trabajo o la casa. Se puede conservar la dignidad incluso cuando se está tocando fondo.
¿El film es una metáfora de la situación actual en España?
No es intencionado pero encuentro similitudes entre el drama del protagonista y la situación actual, económica y moral: los ciudadanos tienen un hierro clavado en la cabeza, encontrándose prisioneros en una situación de la que no pueden salir. Estamos en un contexto de angustia generalizada en la que parece que estamos bien, pero si nos movemos un poco, si nos salimos de los estrechos márgenes de libertad que realmente poseemos, nos morimos sin remedio. Estamos estables dentro del caos. Somos como insectos clavados en un alfiler.
No dejas títere con cabeza: periodistas, políticos, empresarios y banqueros salen todos malparados. La mezquindad parece contaminarlo todo.
No he pretendido hacer una película de buenos y malos, pero los que se aprovechan del drama ajeno para sacar beneficios me provocan náuseas. Así funciona casi todo hoy día.
¿Cómo conviertes una tragedia personal en una divertida comedia?
No puedo evitar ver la realidad desde el prisma de la comedia, es algo que forma parte de mi manera de ser. Además, se pueden tratar temas serios a través de este género. La película retrata el circo mediático actual en el que todo vale para ganar audiencia; en el que el morbo, el cotilleo, el sensacionalismo y el drama humano son rentables, hasta el punto de que predominan en la parrilla televisiva. Pero dentro de esa vorágine autodestructiva existen buenas personas, altruistas y generosas. ¿Estamos abocados a una eterna crisis moral y económica? Tampoco hay que ser pesimistas, creo que hay posibilidades de salir adelante. Por eso La chispa de la vida es una película simpática, entretenida de ver.
¿Qué es lo que atrae tanto a Álex de la Iglesia del mundo del circo? Lo has retratado en tus últimas películas.
El circo me fascina porque es un espectáculo que recrea la realidad a pesar de deformarla mediante la caricatura y el esperpento. Me atrae su naturaleza de farsa grotesca de la vida misma. La realidad es circense, hasta el punto de que no he querido ser excesivo para dejar de ser realista.
Curiosamente el protagonista es víctima del circo mediático pero contribuye a avivarlo.
Roberto es un tipo desesperado. Lleva dos años buscando empleo y debe humillarse para suplicar un trabajo, sin conseguirlo. Llega un momento en que es capaz de vender su alma para conseguir dinero. En este contexto de crisis galopante la gente es capaz de todo para no perder lo que tiene. Cualquier persona se aprovecharía de la atención de los medios, no es tan exagerado su comportamiento. Pero lo que le hace único es lo lejos que va a la hora de vender su sufrimiento, de renunciar a su dignidad, de violar la intimidad de su familia. Es, por así decirlo, su propio verdugo.
¿Por qué eliges a José Mota como protagonista?
Primero: amo a los cómicos, son las personas que más respeto en el mundo. Me ayudan a confiar en el ser humano. Me parecen seres extraordinariamente inteligentes, porque hacer reír es un trabajo muy complicado, y más con lo que está cayendo. Segundo: elegir a un cómico para un papel dramático es un truco narrativo. Te aseguras el cariño del público al instante y le sorprendes por ese cambio de registro, cuyo contraste llama poderosamente la atención.
¿Cómo llegó a tus manos el guión de Randy Feldman y qué te sedujo para rodarlo?
Siempre estoy buscando historias, por eso leo muchos guiones. El guion de Randy me llegó una tarde y en una hora decidí rodarlo. Me encontré muy identificado con lo que contaba y la manera de hacerlo. Me recordó un montón de películas que admiro, no sólo las obvias, como El gran carnaval de Billy Wilder, sino especialmente La cabina de Antonio Mercero. Refleja toda la cultura del morbo tan instalado en la sociedad contemporánea, que alimenta la industria de la comunicación social y reduce la capacidad intelectual de los espectadores.
Algunos críticos definen La chispa de la vida como la más berlanguiana de tus películas. ¿Estás de acuerdo?
Me encanta el calificativo pero se me queda grande. No deja de ser un tópico pero si es cierto que el film bebe claramente del cine de Berlanga, pero también de Marco Ferreri. Y de los guiones de Azcona.
¿Alguien se ha sentido aludido en tu despiadada crítica de la telebasura?
No he recibido noticias de ello, quizá porque he evitado concretar el objeto de mi crítica. He hablado de forma genérica.
¿Es la telebasura un fenómeno global?
Es global pero el problema de la telebasura en este país es que apenas hay alternativa y monopoliza las parrillas televisivas. En otros sitios se compagina la carroña con otros contenidos. Me parece lícito que los medios ofrezcan cotilleos y demás bazofia, pero me preocupa la exclusividad. Que sólo podamos ver eso a pesar de cambiar de canal. No hay posibilidad de elegir. Los que justifican la telemierda afirmando que es algo que quiere la gente mienten: tenemos la TV que nos dejan. Pero, evidentemente, contenidos más serios, educativos o culturales son más caros y poseen menos audiencia, y los canales son un negocio ante todo.
Pau Vanaclocha
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