(2) SILENCIO EN LA NIEVE, de Gerardo Herrero.

LA DIVISIÓN AZUL SE TIÑE DE ROJO
Aún recuerdo aquel día de 1954 en que los curas del colegio nos llevaron ante el monasterio de San Miguel de los Reyes -ignorábamos entonces que era o había sido una cárcel para presos republicanos- con el fin de recibir a los autobuses que devolvían a su tierra a algunos liberados prisioneros de la División Azul, que venían de Barcelona tras desembarcar allí del barco Semíramis que había zarpado con muchos de ellos del puerto de Odessa. Me llamó mucho la atención la apoteósica llegada de la caravana, con abundancia de hombres con camisa azul y bigotito que, asomados a las ventanillas con el brazo en alto, no paraban de gritar “¡Arriba España!”.
Muchos hemos visto también el panfleto franquista sobre el heroísmo de estos combatientes en la URSS, titulado Embajadores en el Infierno, que José María Forqué dirigió en 1956, pero ni este film ni los correspondientes capítulos épicos del libro Formación del Espíritu Nacional, una asignatura obligatoria aunque no evaluable durante mi bachillerato, tienen nada que ver con Silencio en la nieve, un thriller basado en la novela El tiempo de los emperadores extraños, de Ignacio del Valle, que narra la investigación de dos militares españoles en la estepa rusa para descubrir la identidad de un asesino en serie, poco antes de la contraofensiva soviética de principios de 1943 que llevaría al ejército de Stalin hasta la victoria final en 1945.
Rodado en Lituania y protagonizado por Juan Diego Botto y Carmelo Gómez, el film de Gerardo Herrero se desinteresa no sin cierta ambigüedad del lema oficial de “vencer al comunismo” junto a los aliados nazis para decantarse plenamente por el relato de intriga, lleno de falsas pistas -masones, espías rojos, fascistas violadores, etc.- y centrado en la labor investigadora de un antiguo policía republicano y de un sargento bastante desmoralizado.
Es apreciable el esfuerzo de producción desarrollado para lograr una correcta ambientación, en un film que hace del caos y la corrupción su núcleo narrativo, aunque decepciona una ficción demasiado incontrolada y alejada de la realidad histórica vivida por fascistas, militares profesionales y presuntos voluntarios que se alistaron en la División Azul para lavar un pasado de desafección al Nuevo Régimen.
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