(1) IN TIME, de Andrew Niccol.

ESCLAVOS DEL TIEMPO
La mayor virtud del director y guionista Andrew Niccol es, sin duda, saber emplear la ciencia-ficción, un género nacido para la evasión y el entretenimiento, como trasfondo de interesantes reflexiones sobre problemas e inquietudes propios del mundo actual. Así, nos advirtió de las tentaciones totalitarias de la manipulación genética en Gattaca (1997); de los abusos del poder mediático sobre los individuos en El show de Truman (1998); y de la confusión entre realidad y ficción en la era del photoshop en Simone (2002). En In time, Niccol denuncia la perversidad de un sistema que permite la explotación de una frágil mayoría para mantener los privilegios de una poderosa minoría, toda una diatriba contra la crisis económica y moral que nos ha tocado vivir y sus auténticos responsables.
El film muestra una sociedad distópica, emplazada en un futuro cercano, en la que la biotecnología garantiza la inmortalidad para una minoría privilegiada mientras que al resto de la población se le ha impuesto un sistema económico basado en la gestión de su escaso tiempo, debiendo mantener un constante pulso vital a contrarreloj. Esta nueva versión de la sempiterna lucha de clases está protagonizada por un héroe íntegro y generoso surgido de un barrio marginal y su inevitable compañera, una frívola y pija hija de papá que asume las tesis revolucionarias de aquél con la misma intensidad con la que surge el romance entre ambos, dando forma a una caricatura futurista de Bonnie & Clyde.
El problema es que una vez planteada la crítica, In time se reduce a una previsible historia de persecuciones, tiros y explosiones al que el cine hollywoodiense nos tiene tan acostumbrados. Ni siquiera es novedosa la forma de narrar ni de estructurar el film, recordando la carrera contra el tiempo de otros títulos como la interesante Corre, Lola, corre (1998) o la saga del asesino a sueldo de Los Ángeles Chev Chelios, formada por Crank: veneno en la sangre (2006) y Crank: alto voltaje (2009). Por no hablar de la simplicidad con la que están construidos los personajes y la ingenuidad con la que están resueltas las escenas de acción. El resultado es, por tanto, muy discreto. Demasiado.
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