(1) FOOTLOOSE, de Craig Brewer.

LA MÚSICA COMO ACTO DE REBELDÍA
Innecesario remake, redundante y descontextualizado, del musical homónimo de Herbert Ross. Redundante porque se limita a reproducir canciones, escenas, diálogos y personajes descaradamente, sin aporte alguno de originalidad ni voluntad de actualizar su mensaje. Descontextualizado porque llega tarde: el pop-rock ha dejado de ser, tras décadas de indiscutible liderazgo, el género musical representativo de los jóvenes de hoy, sustituido por nuevas tendencias y ritmos urbanos como el hip-hop y la música electrónica.
Pero además carece de la significación que alcanzó su referente. Si bien no destacó por su calidad, el éxito de Footloose (1983) radicó en mostrar las diferencias generacionales entre unos padres ideológicamente represores y unos hijos que aspiraban a mayores cotas de libertad ambientados en la llamada América profunda, donde los contrastes culturales eran mucho mayores. En la nueva versión estos conflictos ya superados -¿quién considera todavía hoy el pop-rock como la “música del demonio”, superado por estilos mucho más duros, provocativos e irreverentes?- se reproducen carentes de toda credibilidad, forzados por un fosilizado guión calcado al original. Si Craig Brewer pretendía realizar una radiografía más actual de la sociedad estadounidense fracasa estrepitosamente. Para pasar el rato mientras se escucha una banda sonora formada por hits de los ochenta.
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