(4) NADER Y SIMIN, UNA SEPARACIÓN, de Asghar Farhadi.

REALISTA, COMPLEJO Y EMOTIVO DRAMA IRANÍ
Habituados como estamos al honesto aunque excesivo esquematismo de muchas de las películas que nos llegan de los países islámicos, nos ha causado una gratísima impresión esta excelente película iraní premiada con el Oso de Oro del reciente Festival de Cine de Berlín. Se trata de un drama realista fruto de la mirada tan lúcida como ponderada de Asghar Fardhadi, responsable no sólo de que todos los personajes del film tengan sus razones para actuar de determinada manera sino también de contemplarlos con un absoluto respeto.
Un guión magnífico y unos largos ensayos que enriquecieron los personajes con matices aportados por los propios actores propiciaron un rodaje realizado en su mayoría en escenarios naturales que permitieron dotar al relato de un ritmo preciso tras el montaje de unos planos totalmente funcionales gracias a una cámara siempre al servicio de los personajes, de sus gestos, palabras y desplazamientos.
Protagonistas del film son hombres y mujeres, adolescentes y niños, de clase media y baja, cuya complejidad en psicologías y relaciones humanas es fruto de la milagrosa existencia entre la neutralidad de un narrador en busca de la máxima objetividad y una capacidad para emocionar difícilmente superable. Nadar y Simir, una separación es ejemplo de cine moderno y adulto que deja plena libertad al espectador para que valore aquello que contempla en la pantalla. El realizador nos muestra un Iraq alejado de los tópicos y prejuicios habituales como escenarios de historias y conflictos que logran alcanzar validez universal.
A partir de la decisión de la esposa de emigrar al extranjero para procurarse un futuro mejor y de la posterior separación de la pareja por diferencias en sus proyectos de vida, la película traza una densa red de dolorosas situaciones y tensas relaciones que se presentan al espectador como un cúmulo de problemas de muy difícil solución. Sin adornos esteticistas, la cámara retrata con sobriedad y serenidad, lejos de cualquier exceso melodramático, la tragedia de una vejez condenada a la invalidez y el desgarro de una adolescencia que ve rota la convivencia familiar.
La magistral labor del realizador logra hacer compatibles, pues, el aparente distanciamiento de su mirada con las imágenes cargadas de desbordante emotividad. Se trata solamente de seres humanos contemplados en su cotidiana existencia sin que, en esta ocasión, ni la religión ni la justicia sean los principales responsables de su profundo sufrimiento.
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