(2) EL ARTE DE PASAR DE TODO, de Gavin Wiesen.

LA EDAD DEL PAVO
Comentaba en una crítica de la semana pasada que el cine infantil ha pecado con frecuencia de unos planteamientos erróneos al tratar puerilmente a su público potencial, incapaz de mostrar sus inquietudes y dificultades sin evitar el sentimentalismo o la mirada complaciente. Afortunadamente existen honrosas excepciones como El arte de pasar de todo que permite reconciliar este género con los espectadores dotados de cierto grado de exigencia.
Alejado de las candorosas historias preadolescentes que muestran una infancia carente de conflictos, el film de Gavin Wiesen narra la complicada existencia de un inteligente pero solitario estudiante de instituto sumido en una crisis existencial. Su insoportable actitud nihilista, que pone en peligro su trayectoria académica, sufre una transformación a medida que conoce a una compañera de clase, con la que comparte una actitud de rebeldía e inconformismo.
Lo mejor del film es que muestra, con pretensiones realistas opuestas a toda banalidad, la complejidad de aquello que llamamos “edad del pavo”, la dura transición vital entre la infancia y la madurez. Una etapa, inmediatamente posterior a la niñez y que comienza en la pubertad, caracterizada por la conflictividad en la que se producen cambios físicos y emocionales que afectan a las relaciones familiares y personales. El film refleja la inestabilidad y la inseguridad propia de esa edad, haciendo un meritorio esfuerzo de contextualización —hogar, familia, escuela, etc.—, tratando otros temas —desempleo, problemas económicos, divorcio de los padres, etc.— que sirven para dotar de profundidad a los personajes secundarios.
Si bien El arte de pasar de todo se reduce, finalmente, a la sobreexplotada historia de amor adolescente, con un happy end tan resabido como previsible, no sería justo obviar las interesantes aportaciones de una película que se toma en serio al público al que va dirigido.
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