(2) EL PERFECTO ANFITRIÓN, de Nick Tomnay.

POLICÍAS Y LADRONES
Una comedia negra exhibida en los festivales de Sundance y de Sitges cuyas características se sitúan dentro del cine independiente USA: rodaje de tres meses con sistema digital, coste económico bajo, guión minuciosamente trabajado a lo largo de cinco años, laborioso montaje que ocupó un año al propio realizador…
Este producto combina el humor -la exageración, el absurdo, la sorpresa- y la violencia para narrar la peripecia de un atracador de bancos que busca refugio, herido tras un robo, en una confortable casa de Los Ángeles, casualmente en la de un raro inspector de policía que resulta ser un peligroso y corrupto psicópata.
Durante algunos momentos, en el tenso conflicto entre fugitivo y anfitrión, se establecen unas ambiguas y sádicas relaciones de dominio que nos hacen evocar, con añoranza, la maestría de Michael Haneke en Funny Games. Pero toda comparación sería inútil.
En El perfecto anfitrión la realización resulta demasiada afectada y artificiosa, quizá por un exceso de elaboración y de retoque, por querer ser original y sorprender al espectador a cualquier precio, por el ansia irrefrenable de convertirse en “autor” importante en su primer largometraje.
Nick Tomnay, en efecto, es un australiano dedicado a la confección de spots publicitarios que en el año 2000 dirigió un cortometraje titulado The host, que recorrió festivales y cosechó premios. Al cabo de los años se trasladó a Nueva York con el guión de su nueva película bajo el brazo, que finalmente pudo rodar en Los Ángeles.
El resultado es un trabajo laborioso y bastante original, aunque mucho más complicado que complejo, que divide el relato en tres categorías temporales: presente, pasado y todo lo que imagina la mente del perturbado policía. Podemos contemplar la labor de un buen equipo de actores, destacando David Hyde Pierce como el dueño de la casa. Los colores desaparecen dominados por un gris propio de una historia con tintes negros y la banda sonora incluye selectas piezas musicales, entre ellas dos de Mozart y de Verdi.
Un curioso entretenimiento de hora y media -lo que se agradece- pero no estoy convencido de que se trate de una película plenamente lograda.
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