(3) CENA DE AMIGOS, de Danièle Thompson.

SECRETOS Y MENTIRAS
No es precisamente nueva la estructura narrativa que presenta este film francés, una hábil mezcla de comedia y drama protagonizada por varias parejas e individuos que forman un típico relato coral, realizado por la ya acreditada Danièle Thompson a partir de un guión escrito a medias con su hijo Christopher, actor también en esta película.
Las primeras secuencias se dedican a presentar a los personajes, generalmente en dúo, que van acudiendo a una cena muy concurrida y que coincide con la Fiesta de la Música que a mitad de junio se celebra en las calles de París. Un reparto muy amplio permite fragmentar el film en múltiples escenas, dando esa sensación de vidas cruzadas con la que muchos cineastas modernos ofrecen al espectador fragmentos de existencia mostrados sucesivamente.
Pese a que la abundancia de personajes y la variedad de tiempos utilizados puedan confundir en algún momento, Cena de amigos destaca por su coherencia en la construcción de los tipos humanos así como por la naturalidad con que se pasa del humor a las emociones más series en el momento de mostrarnos a gente que ronda los cuarenta años, hombres y mujeres de profesiones liberales y de buen nivel económico cuyas vidas se encuentran en encrucijadas críticas en las que hay que tomar importantes decisiones sobre el trabajo, el matrimonio, la paternidad, etc.
Cuando un año después se celebra una segunda cena de amigos, con los cambios que conlleva todo paso del tiempo, el film dirige su mirada, con cierto distanciamiento y sin concesiones, a lo que de ceremonia convencional suelen tener estos encuentros rituales donde, sin perder la sonrisa, la hipocresía disfraza las verdades y las apariencias se apoderan de un escenario donde cada cual representa el papel que los demás esperan de él.
Un año más, la simpatía, el éxito, la felicidad y el amor parecen como los valores socialmente más valorados en un grupo humano que oculta sus miedos, frustraciones, envidias y sufrimientos. Sin la presencia de niños, cuyo encanto parecería justificar todas las renuncias y sacrificios, lo adultos se lanzan a una ingeniosa verborrea repleta de lugares comunes, a ocultar una amistad superficial, carente de sólidos lazos comunes, y únicamente se quitarán sus máscaras cuando vuelvan a estar solos ante el espejo o junto a su pareja de siempre.
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