(1) TRANSFORMERS: EL LADO OSCURO DE LA LUNA, de Michael Bay.

ROBÓTICA DESATADA
Monumental elogio del cine espectáculo, Transformers: El lado oscuro de la luna llega a las salas de exhibición como un elefante en una cacharrería. Haciendo mucho ruido, gracias a una machacona campaña de marketing, y trastornando la programación de la cartelera para dar cabida a este coloso cinematográfico.
La tercera parte de la saga, sin embargo, resulta una previsible reiteración de sus predecesoras, incapaz de despertar mayor interés. Es como si hubieran fabricado un molde que permitiera producir el mismo producto una y otra vez de forma industrial, sin chispa ni originalidad. Eso sí, el grado de sofisticación en el ámbito digital crea sorprendentes efectos especiales y unas realidades virtuales que deben ser elogiadas por el realismo alcanzado.
Concebido como un ligero pero extenso pasatiempo, Transformers: El lado oscuro de la luna narra un nuevo episodio del sempiterno enfrentamiento entre las dos razas robóticas, los Autobots y los Decepticons, en nuestro planeta. En esta ocasión, introducen la carrera espacial entre Estados Unidos y la URSS durante los años de la Guerra Fría para justificar el origen de la presencia de los alienígenas en la Tierra en un relato de dos horas y media de duración donde predomina la acción trepidante y alguna que otra escena protagonizada por los humanos.
Lejanos quedan ya los días, a mediados de los años 80, en los que los jóvenes veíamos, mientras desayunábamos antes de ir al colegio, la serie homónima estadounidense. El origen de todo.
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