(2) X-MEN: PRIMERA GENERACIÓN, de Matthew Vaughn.

NECESARIA REFUNDACIÓN DE LA FRANQUICIA MUTANTE
Es innegable que la avalancha de títulos relacionados con la franquicia mutante de la editorial Marvel Comics había causado cierto agotamiento incluso entre sus incondicionales. Tras una irregular trilogía, que pronto defraudaría las espectativas creadas por un inspirado Bryan Singer que redefinió con X-Men (2000) las peliculas de superhéroes, y un insípido spin-off con Lobezno de protagonista indiscutible, el anuncio de una nueva aproximación a estos entrañables personajes provocaba en los aficionados al cómic un temor más que justificado. Afortunadamente, X-Men: Primera generación se distingue no sólo como una necesaria refundación de la saga mutante abordada con destreza por el realizador británico Matthew Vaughn, sino también como la verificación de la madurez de un género que, superados los prejuicios que lo reducían a una mera historieta para adolescentes, está alcanzando la respetabilidad de otras categorías.
Con aroma de título fundacional, X-Men: Primera generación narra los orígenes de la famosa Patrulla-X, cuando sus dos principales antagonistas, los entonces jóvenes y amigos Charles Xavier alias “Profesor X” y Erik Lehnsherr, futuro “Magneto”, se conocen y crean un grupo de héroes para enfrentarse a un poderoso enemigo que pretende destruir a la Humanidad y erigirse dueño de un mundo dominado por los mutantes, aprovechando el contexto de la Guerra Fría y de la amenza nuclear. El film fusiona, por tanto, el discurso típico de la película de superhéroes con la tonalidad propia del género de espías, cuyo resultado se me antoja interesante. La inteligente utilización del contexto, trasladando al espectador desde el horror de la Alemania nazi a la paranoia nuclear de los años 60, para dar credibilidad a la historia y dotar de contenido tanto a personajes como a sus conflictos, aporta al guión un grado de solidez pocas veces alcanzado en los films de esta temática.
Al igual que sucedió con Batman begins (2005) y El caballero oscuro (2008), ambas de Christopher Nolan, X-Men: Primera generación cumple eficazmente otro de sus objetivos: reconducir el desmadre de personajes, situaciones y saltos de continuidad de la filmografía anterior. Sin ser un punto y aparte de lo ya conocido, esta precuela no tiene intención de desmentir lo anterior, sólo de darle coherencia, explicar aquello que sucederá posteriormente –atención a los numerosos guiños cinéfilos– y reflexionar sobre algunas cuestiones que podrían extrapolarse al mundo real, dotando de profundidad a los personajes e incidiendo en sus conflictos internos.
Como digno ejemplo de cine espectáculo, no faltan las secuencias de acción con su inevitable dosis de efectismo digital, pero su desarrollo es lo suficientemente ameno para que el ritmo no decaiga a pesar de sus más de dos horas de duración. A ello contribuye, sin duda, un solvente reparto encabezado por un Michael Fassbender en estado de gracia.
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