(1) SIN COMPROMISO, de Ivan Reitman.

AMIGOS CON DERECHO A ROCE
La industria de Hollywood, históricamente demócrata, empieza tímidamente a reflejar los cambios sociales que afectan al mundo de la pareja a través de un nuevo tipo de comedia que, con un lenguaje atrevido y un tono provocador, pretende mostrar el lado menos amable de las relaciones afectivas y dar a conocer las nuevas realidades sentimentales.
Así, alejados del meloso discurso tradicional, han surgido títulos como (500) días juntos (2009) o Los chicos están bien (2010), acertadas radiografías no exentas de crítica de ese complejo universo del amor/desamor y sus consecuencias. Durante su primera parte, Sin compromiso se ajustaba a esta fórmula transgresora… pero acaba fracasando estrepitosamente por una drástica renuncia a sus principios y por una deriva sensiblera en una segunda parte moralista y melodramática de la peor clase, aquella que adoctrina sobre la búsqueda del amor para toda la vida, critica el sexo sin amor y deslegitima la soltería voluntaria.
El film, no obstante, parte de un interesante planteamiento: ¿son posibles las relaciones sólo basadas en el sexo? En la citada primera parte los protagonistas, alérgicos a implicarse emocionalmente, acuerdan establecer ese tipo de relación, limitándose a disfrutar de su atracción física sin asumir las responsabilidades propias de una pareja clásica. Pero claro, el roce hace al cariño y pronto surgen los celos, las dudas, las necesidades no satisfechas y los sentimientos florecen irremediablemente.
Curiosamente, y esto es algo llamativo, la parte masculina sale aquí maltratada, siendo él quien demanda un mayor compromiso mientras ella sigue rechazándolo, un cambio de rol que recuerda a la tan cacareada crisis de pareja en las sociedades occidentales. Aquí se produce la ruptura: cualquier atisbo de originalidad y frescura es sustituido por el clásico discurso de “chico conoce chica” y, tras salvar varios obstáculos en forma de equívocos y casualidades, el desenlace transcurre a la manera decimonónica. En definitiva, Sin compromiso posee un look posmoderno pero una filosofía anticuada.
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