(1) SCOTT PILGRIM CONTRA EL MUNDO, de Edgar Wright.

LOS EXNOVIOS DE MI CHICA
Basada en la novela gráfica de Bryan Lee O’Malley, la película Scott Pilgrim contra el mundo es la confirmación de un hecho incontestable: el progresivo y acelerado declive del héroe clásico. Si el cinismo patológico del posmodernismo eliminó la ética del buen samaritano, la cultura digital en la que nos movemos en la actualidad ensalza como modelo heroico una figura marginada hasta ahora: el friki.
El argumento del film no puede ser más insustancioso: un joven se enamora perdidamente de una chica, pero para poder consumar su relación deberá antes enfrentarse a sus siete exnovios, con el inconveniente de que poseen poderes extraordinarios (¿?). No obstante, hay que reconocerle al director el sincero homenaje que realiza al mundo del videojuego, pues Scott Pilgrim contra el mundo es una curiosa fusión de ambos formatos. De hecho, el film es un juego de ordenador —con una estética previa a la PlayStation, es decir, la ochentañera arcade— que recrea toda una parafernalia de efectos cutres, movimientos toscos y conocidas onomatopeyas que los que ahora estamos en la treintena reconocemos al instante.
Así pues, la película es un despropósito visual y narrativo que funciona como entretenimiento retro en cuando al público al que apela, un batiburrillo cinematográfico que combina el más extravagante espíritu indie made in USA, unos combates imposibles herederos de la saga Matrix, una estética de videojuego clásico como Street Fighter, un ritmo frenético, unos diálogos afilados de sarcasmo y una evidente tendencia a la autocomplacencia geek. Quien avisa no es traidor.
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