(1) IMPARABLE, de Tony Scott.

PAREN A ESE TREN
El director y productor británico Tony Scott insiste en ubicar sus historias en el interior o en las proximidades de un tren, tras Asalto al tren Pelham 123 (2009). Pero en este caso no se trata de un acto terrorista, algo a lo que estamos demasiado acostumbrados, sino un accidente real sucedido en el Estado de Ohio, aunque la película traslade la acción a la vecina Pennsylvania.
Así pues, Imparable narra los angustiosos momentos en los que, debido a una negligencia, un tren de mercancías cargado de peligrosos productos químicos se quedó sin conductor mientras se dirigía velozmente hacia una zona densamente poblada. Afortunadamente, y es algo de dominio público por lo que no estoy destripando el argumento, dos trabajadores de la empresa de ferrocarril lograron detener el convoy.
Como un trabajo tan eficaz como poco dramático no era interesante para plasmarlo en la gran pantalla, el cineasta reinterpreta la realidad bajo el prisma del espectáculo: la máquina parece ser llevada por el mismísimo diablo, causando destrozos allá donde va; mientras los protagonistas, construidos toscamente con retazos de conflictos familiares, arriesgan su vida intentando detener el tren.
Conviene reconocer que el hermano de Ridley Scott sabe contar historias, gracias a un impecable dominio del suspense mediante una inteligente dosificación de la información y un siempre creciente ritmo narrativo, pero Imparable no deja de ser una discreta película de acción. Para pasar el rato.
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