AGUSTÍ VILLARONGA, DIRECTOR DE “PA NEGRE”

“PA NEGRE NO ES UNA HISTORIA DE HÉROES Y VILLANOS”
El realizador y guionista mallorquín Agustí Villaronga, conocido por sus interesantes El mar (1999) y Aro Tolbukhin. En la mente del asesino (2002), presentó en Valencia su última película, Pa negre, basada en la novela homónima de Emili Teixidor, un oscuro drama ambientado en los años más negros de la posguerra española en la zona rural de Cataluña. En el film, Villaronga retrata la devastación moral que produce el conflicto bélico sobre la población civil y la pérdida de la inocencia de un joven que adquiere conciencia de la compleja realidad de la época. La actriz barcelonesa Nora Navas fue premiada en este film con la Concha de Plata a la Mejor Actriz en el pasado Festival de Cine de San Sebastián.
¿Qué dificultades te has encontrado para adaptar la novela de Emili Teixidor?
La estructura dramática, es decir, el caparazón argumental se basa en la novela del mismo título de Emili Teixidor, pero también de gran parte de sus narraciones, entre las que destacan el cuento Sic Transit Gloria Swanson (1977) y la novela Retrat d’un assassí d’ocells (1988). Combiné estos textos porque quería dotar de más acción a la película ya que en la novela los pasajes costumbristas y contemplativos ocupan mucho espacio.
Llama la atención la osada mezcla de géneros de Pa negre.
La trama principal de Pa negre me permitía superar el típico relato social para centrarme en la descripción de los personajes. Como se trata de una historia de emociones y sentimientos, huyo del costumbrismo típico de la crónica de época adoptando una mirada más compleja, que me permite combinar elementos narrativos propios del melodrama, del thriller y del género fantástico. Es melodrama por el conflicto interior de los protagonistas, pero es thriller por la ocultación y el descubrimiento gradual de enigmas, y también tiene algo de fantástico porque la película se sustenta en la mirada infantil del joven protagonista que recrea lugares y personajes llenos de misterio.
Pa negre no es, en ese sentido, una película más sobre la guerra civil y la posguerra española.
Claro, desde el principio renuncié a esa simplificación que define a unos como buenos y a los otros como malos, ni quería reproducir el maniqueísmo que rodea este terrible episodio de la historia de España. De hecho, Pa negre no habla del conflicto en sí mismo. Me interesaba, por el contrario, retratar la devastación moral que produce, a posteriori, el conflicto bélico sobre la población civil y cómo el mundo de los adultos acaba pervirtiendo el de la infancia. A pesar de que entre sus personajes cohabitan los que ganaron y los que perdieron la guerra, no es una película que trate tanto sobre los conflictos entre vencedores y vencidos, que también, sino que se centra en las emociones y los sentimientos de los personajes. A través de ellos descubrimos las terribles secuelas de la guerra, lejos de los campos de batalla, en su vida cotidiana.
Pero es inevitable reflejar el ambiente de odio, de humillación, de violencia desatada de unos sobre otros.
Cierto, pero Pa negre no es una historia de héroes y villanos. Todos los personajes tienen algo que ocultar, son ambiguos, muestran un lado oscuro. El joven protagonista va descubriendo el complejo mundo de los adultos, lleno de mentiras y silencios. Esa es la esencia de la película: la miseria moral que inunda el pueblo y acaba afectando a todos. Por eso digo que no es una típica película sobre la Guerra Civil. Nadie diría que, por ejemplo, El laberinto del fauno (2006), de Guillermo del Toro, trata sobre la guerra civil, pero el contexto donde se desarrolla la historia es claramente ese. En Pa negre pasa algo parecido, el conflicto bélico es el telón de fondo de una historia más personal protagonizada por una familia que, en medio de ese ambiente que describes, sufre la acusación de un terrible crimen.
Pa negre habla también de un tema poco tratado: las “adopciones” de niños de madres republicanas por familias adscritos al régimen.
No es algo exclusivo del franquismo. Era un mecanismo de adoctrinamiento más: separar los hijos de sus padres “rojos” para que aquéllos no lo fueran también. Pero en la película esa adopción no es forzosa, sino voluntaria. El protagonista acaba rechazando la humillación en la que viven sus padres y renuncia a la familia. Traiciona sus propias raíces. Esto deriva en otro de los grandes temas de la película, la identidad. ¿Hasta qué punto nos determina nuestro contexto familiar, social, cultural, etc?
La crítica especializada ha ensalzado el magnífico retrato rural de la película.
Quería mostrar cómo era la vida de un campesino durante la posguerra y, sobre todo, las costumbres de la zona rural y de las familias agrupadas en las masías o casas de campo, en los difíciles años cuarenta del siglo pasado, hechos que enriquecen el argumento con una importante cantidad de información sobre ésta época concreta. Los productores han realizado un gran esfuerzo para darle toda la credibilidad a la historia, recreando con meticuloso realismo los escenarios donde rodábamos, decorándolos con todas las herramientas, utensilios y objetos propios de la época. Hasta el vestuario lo desgastábamos adrede para que la ropa pareciera vieja y usada.
La fotografía recuerda lo que algunos llaman realismo sucio.
Teníamos una consigna: humedad, polvo y suciedad. Todo tenía que reflejar un ambiente de decadencia moral y física. Antes de ser director de cine trabajé como director artístico por lo que soy consciente de la importancia de una buena puesta en escena y en esos pequeños detalles que fortalecen el realismo de una película.
Pau Vanaclocha
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