(2) DÉJAME ENTRAR, de Matt Reeves.

MI VECINA LA VAMPIRA
A los diez minutos de empezar la película, un joven que se sentaba a mi lado le dice a su novia: ¡Esto ya lo he visto antes! Como no le faltaba razón, discretamente le expliqué que Déjame entrar es un remake estadounidense de la multipremiada cinta de terror sueca del mismo título realizada por Tomas Alfredson en 2008. Exactamente igual, salvo ligerísimas variaciones de contexto.
¿Qué sentido tiene, por tanto, hacer la misma película? ¿Era necesario que Gus Van Sant hiciera un calco de Psicosis en 1998 y que Michael Haneke clonara Fanny Games en 2007? No rotundo, si lo enfocamos desde un punto de vista artístico, pero es comprensible desde un punto de vista económico. Si a eso le añadimos las dificultades de estrenar una película extranjera en el país adalid del libremercado, lo tenemos claro.
Proteccionismo aparte, este remake goza de sentido por sí mismo. Para los que no conozcan su referente, Déjame entrar es una inquietante, trágica y hermosa película de terror realizada con respeto, talento y emoción. Reproduce aquella atmósfera aséptica, fría y sombría del film original que nos llamó la atención a la crítica especializada, no acostumbrada a una insólita combinación de vampirismo gore y de tierna infancia desmitificada, eso sí, por graves problemas familiares —divorcio de los padres, ambiente de fervor religioso, incomunicación y falta de afecto— y educativos —aislamiento y acoso escolar—. Esa mezcla de instinto asesino e inocencia infantil en un mismo plano ejerce un poderoso efecto hipnótico.
Pero lo mejor de Déjame entrar sigue siendo su apuesta por ocultar todo lo posible al monstruo, limitando en contadas escenas ese derroche de efectismo digital que todo lo impregna en el cine actual. Lo interesante son los momentos íntimos, las conversaciones y los sentimientos que florecen entre los dos protagonistas, dos pequeños seres solitarios necesitados de cariño. Despertarían lástima de no conocerse la naturaleza asesina de la joven y la siniestra complicidad de su colaborador.
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