(2) UN JUEGO DE INTELIGENCIA, de Hans Weingartner.

¿TODO POR LA AUDIENCIA?
Tras un funesto accidente que hace replantearse su vida, un agresivo productor de TV que ha saboreado las mieles del éxito por lograr grandes audiencias con ingentes dosis de zafiedad televisiva pretende desvelar los entresijos de la medición de audiencia, provocando una auténtica revolución cultural en los televidentes alemanes. Pese a la ingenuidad de tal argumento, que en algunos momentos alcanza la categoría de cuento amable, el punto de partida de este simpático film resulta sumamente interesante.
El realizador de origen austríaco Hans Weingartner, conocido por estos lares desde su provocadora Los educadores (2004), una incisiva reflexión sobre la viabilidad de acciones y estilos de vida contestatarios en los tiempos actuales, pone en duda la eficacia de un sistema que se retroalimenta de mierda, aletarga a los ciudadanos, extiende la incultura y enriquece, eso sí, a los cuatro de siempre. El film denuncia, por un lado, la decadencia mental que ocasiona la televisión basura en la sociedad, donde cada vez está mejor visto expresar ignorancia y peor ser culto e ilustrado, y por otro los graves defectos en la estimación de los índices de audiencia. La importancia de estos datos radica, como es bien sabido, en que regulan las tarifas publicitarias de los medios de comunicación y por tanto determinan sus ingresos finales.
Un juego de inteligencia es un film menor que, no obstante, hace cuestionar a los espectadores sobre la solvencia de ese sistema de medición, con todas las arbitrariedades y presunciones, sugiriendo que puede ser fácilmente manipulado. Eso sí, el director se decanta por un sano optimismo a la hora de plantear los efectos beneficiosos para el nivel educativo y cultural de la gente si los share fueran modificados para alentar la visión de programas de más calidad y generar rechazo en esa imparable vulgarización de los contenidos. A ver.
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