(2) PHILLIP MORRIS, ¡TE QUIERO!, de Glenn Ficarra y John Requa.

EL ESTAFADOR ENAMORADO
Esta película tuvo problemas de financiación y sigue teniendo dificultades para ser estrenada en Estados Unidos, un país tan puritano en cuestiones de sexo que necesitó la coartada de un refinado romanticismo para convertir Brokeback Mountain (2005) en un gran éxito. Pero Phillip Morris, ¡Te quiero! es, por el contrario, un relato provocador. Presenta el amor homosexual sin tapujos, alude de manera irreverente a la familia y a las creencias religiosas, bromea sobre el sistema legal y penitenciario estadounidense…
Para acabar de arreglarlo, el film está basado en personajes y hechos reales —su protagonista, Steven Russell aún está encarcelado—, convertidos en novela por Steve McVicker, que los guionistas Glenn Ficarra y John Requa adaptaron para debutar en la dirección de largometrajes.
Phillip Morris, ¡Te quiero! constituye, sin duda, una agradable sorpresa. Se trata de una brillante y divertida comedia, aunque de trasfondo dramático, que ha sabido compaginar su tono corrosivo con la exaltación de un intenso amor homosexual alrededor del cual se articulan la mayoría de las escenas. El protagonista es quien conduce el relato en primera persona, recurriendo a unos flashbacks y mostrando cómo un hombre casado, policía local, decide salir del armario tras un grave accidente de tráfico y vivir el resto de su existencia apuranto todas las posibilidades de la dolce vita. Pero mantener un elevado nivel de consumo resulta caro y por eso Steven Russell decide dedicarse a estafar a sus semejantes, con más osadía que inteligencia en sus fraudes a juzgar por sus frecuentes condenas a prisión.
Jim Carrey y Ewan McGregor se ajustan bien a sus respectivos papeles, sin excesos gesticulantes ni tópicos amaneramientos, una virtud esta de la naturalidad que fue lema, ante de lo “delicado” del argumento, tanto de los productores encabezados por Luc Besson como del equipo artístico integrado por algunos profesionales gays como David C. Robinson —encargado del vestuario— y Xavier Pérez Grobet —director de fotografía—.
Quizá esté de más una de las secuencias finales, la de la falsa muerte del protagonista, un verdadero tour de force que pone en cuestión la verosimilitud del relato.
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