VICENTE MOLINA FOIX, DIRECTOR DE “EL DIOS DE MADERA”

“PRETENDO HUMANIZAR AL INMIGRANTE”
El escritor, autor dramático, crítico y director de cine ilicitano Vicente Molina Foix acaba de estrenar su segunda película, El dios de madera, una fábula sentimental que surge del encuentro entre el “pasado” occidental y el “presente” de la inmigración a través de cuatro personajes que “se abren” entre sí y se descubren mutuamente. La película narra la historia de Yao, un joven senegalés que llega a España junto al marroquí Rachid y que, mientras trabaja de forma ilegal como vendedor del top manta, inicia una historia de amor con una viuda de fuertes convicciones católicas y 30 años mayor que él, cuyo hijo homosexual también queda prendado de Rachid. Juntos, Yao y María Luisa, tendrán que enfrentarse al resto de personajes para defender esa relación. Marisa Paredes encarna a la protagonista femenina, interpretación que le valió la Biznaga de Plata a la Mejor Actriz en el pasado Festival de Cine de Málaga.
El film se basa en un relato que escribiste en 1996 titulado Satsuma. ¿Qué te convenció de adaptarlo a la gran pantalla?
En el año 1996 escribí un texto breve para incorporarlo a un libro de relatos de diversos autores y pintores con el objetivo de recaudar fondos para el Comité de Ayuda al Refugiado. El relato tiene el mérito de tratar el tema de la inmigración cuando este fenómeno todavía no había alcanzado la relevancia de ahora. Posteriormente se me dio la posibilidad de llevarla al cine y claro, dije que sí, realizando algunas modificaciones. El tema es muy actual y tiene mucha fuerza.
Tu film podría ser un tratado de supervivencia más pero al tratar el tema de la inmigración ilegal te decantas por enfocarlo en un plano sentimental, casi melodramático.
En ningún momento quise retratar el problema de la inmigración desde el punto de vista social, laboral o económico. Soy muy consciente de las dificultades a las que se enfrentan los inmigrantes para venir a España, instalarse bajo un techo, encontrar trabajo y vivir dignamente. Pero me interesaba más mostrar el choque cultural que se produce entre dos mundos ajenos y sus consecuencias en la vida diaria. Qurería reflejar la relación de interdependencia que existe entre los que acogen y los que son acogidos, porque inevitablemente siempre hay un contacto en el que ambos mundos se enriquecen mutuamente, cambian, se influyen. La película va más allá, al narrar la historia de un apego, un romance entre personas de distinta procedencia y educación que superan, no sin esfuerzo, las enormes barreras culturales y sociales que les separan.
Parece que con la crisis económica están en auge los discursos que criminalizan al inmigrante.
Mucha gente olvida que España es, históricamente, un país de inmigrantes. Hasta hace poco tiempo la gente emigraba a América y al resto de Europa para poder trabajar y progresar en la vida. El dios de madera pretende humanizar al inmigrante, darle un rostro y unos sentimientos. Creo que el para combatir el racismo habría que darse una oportunidad para conocer al otro, superando la ignorancia y los prejuicios.
La ciudad de Valencia es un personaje más de la película. ¿Por qué elegiste la capital del Turia para rodar El dios de madera?
Al tratarse de una historia urbana, requería de una ciudad que ofreciera un espacio hermoso y desgastado por el tiempo que diera, además, un contraste a través de la arquitectura moderna. He elegido Valencia como escenario por ese contraste entre lo viejo y lo nuevo, así como entre el pasado y el presente. Me fascina que convivan en una misma calle la arquitectura clásica propia de los barrios históricos y la modernidad de los edificios singulares que forman parte ya de su skyline. Además tengo una relación muy especial con la ciudad, siempre la he visto con curiosidad. Mi familia es valenciana, mi madre nació en el barrio de El Grao, mi padre en Sueca. Aunque yo nací en Elche y crecí en Alicante, recuerdo que en mi juventud iba a una librería de la calle Comedias, que ya no existe, en busca de mis primeros libros “progres”.
Parece ser que el rodaje fue bastante accidentado. ¿Qué has aprendido como realizador en tu segundo largometraje?
He de reconocer que, aunque tengo ya cierta edad, me considero todavía un novato en el mundo del cine. Lo que, por otra parte, me da una sensación de falsa juventud muy agradable. El hecho es que, ya desde Sagitario (2001) aprendí que en el cine, incluso en producciones de renombre, las esperas, los aplazamientos y los accidentes son frecuentes. Con lo cual ni siquiera tuve conciencia de que el rodaje de El dios de madera fuera complicado. Las lluvias torrenciales que asolaron Valencia durante el rodaje fueron una simple anécdota, porque afortunadamente coincidieron los rodajes en interiores con el mal tiempo y los exteriores con el buen tiempo.
Pau Vanaclocha
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.