(3) ENTRE NOSOTROS, de Maren Ade.

CRÓNICA DE UN AMOR
Segundo largometraje dirigido por la guionista, productora y realizadora alemana Maren Ade (Karlsruhe, 1976), Entre nosotros obtuvo dos Osos de Plata en el Festival de Berlín 2009, a la mejor película y a la mejor actriz. El film suele adscribirse a la llamada Nueva Escuela de Berlín, una etiqueta que ampara las obras de nuevos directores, de carácter independiente y de “autor”, sin miras comerciales, complejas en su lenguaje y, a veces, de difícil financiación.
Y así, frente al discurso dominante en el cine romántico, generalmente repleto de mentiras y de convencionalismos gratificantes con su vocación de eternidad, ha ido surgiendo en el cine moderno una corriente más realista que lanza una mirada sobre los sentimientos amorosos más cargada de escepticismo y de provisionalidad. Las relaciones de pareja son contempladas ya con un cierto distanciamiento que permite mayores dosis de objetividad y la exclusión de su habitual carga moralizante.
En esta evolución hacia la racionalidad, unida a una inevitable incomodidad para determinados espectadores, figuran unos hitos históricos de necesaria referencia: Te querré siempre / Viaggio in Italia (R. Rossellini, 1953), la “Trilogía de la Incomunicación” (M. Antonioni, 1960-62) y Secretos de un matrimonio (I. Bergman, 1973). Entre nosotros es, sin duda, heredera de ese cine innovador y de sus planteamientos.
En esta ocasión, una pareja de enamorados treintañeros marchan de vacaciones veraniegas a la isla de Cerdeña: Gitti es manager de grupos musicales y Chris es un arquitecto en el inicio de su carrera. Su vida cotidiana, rutinaria, se ve alterada por el encuentro con otra pareja alemana que -como un espejo en el que reflejarse- pondrá a prueba la solidez de su relación, inoculando esa carcoma sutil y oculta que acabará por desencadenar la crisis. El dogma del amor eterno se va fragmentando infectado por dudas e inseguridades: afirmación de identidad personal, relaciones de poder, sexo apasionado, celos, autoestima, valores y roles diferentes, planes sobre la vida futura en común…
La cámara funciona como un microscopio que atisba minuciosamente los mecanismos que mueven los sentimientos y las ideas más allá de las apariencias. Y la complejidad que se alcanza es fruto de unos magníficos actores que resuelven satisfactoriamente la mezcla de improvisación y de escrupuloso respeto al guión, poniendo en evidencia el conflicto dialéctico que surge entre la tradición y la modernidad en las relaciones de pareja. También en su final abierto, nada de seguridades, moralejas o fórmulas magistrales: todo se deja al libre criterio del espectador.
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