RAFAEL GORDON, DIRECTOR DE “LA MIRADA DE OUKA LEELE”

“POR DESGRACIA, NO HAY ALTERNATIVA AL CONSUMISMO”
El cineasta y dramaturgo Rafael Gordon (Madrid, 1946) visita Valencia para presentar su film La mirada de Ouka Leele, un sincero documental que retrata el universo personal y creativo de Bárbara Allende (Ouka Leele), la fotógrafa y pintora que mejor supo retratar esa vorágine cultural que se vino en llamar la Movida, quien obtuvo el Premio Nacional de Fotografía en 2005. La mirada de Ouka Leele despertó un gran entusiasmo en la Seminci de 2009 y ha sido reconocida en diversos festivales nacionales e internacionales.
¿Cómo surge la idea de la película?
En 1987 acudí a una exposición antológica de Ouka Leele en el entonces llamado Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, cuando ella tenía 29 años. Recuerdo que salí abducido de allí, estaba convencido del talento de una joven artista que podría cristalizar en genio con el paso del tiempo. Ahí nace la idea de hacer una película, pero cada uno siguió con sus propios proyectos, yo me dediqué al teatro y ella continuó experimentando con la fotografía y la pintura. Posteriormente colaboramos esporádicamente, hasta que un día en 2002 me contó que iba a hacer un mural de casi 300 m2 en la localidad murciana de Ceutí y pensé que su proceso creativo sería el leit motiv perfecto de una película sobre ella.
¿Qué es lo que te sedujo de Ouka Leele para acabar retratándola en un documental?
Siempre me ha fascinado su peculiar visión del arte y de la vida, en el sentido de que Ouka Leele vive en la realidad pero paralela a ella, como si viviera en una burbuja. Y existen dos temas que se repiten en su trayectoria artística que me resultan muy interesantes: la idea de la fugacidad de la vida, enfatizando lo efímero de la existencia y la supremacía del instante, y la idea de la sublimación de lo cotidiano, creando un enfoque místico al ámbito de lo doméstico. En La mirada de Ouka Leele mostrar estas ideas es una obsesión, están presente en todo momento.
Pero no sólo te centras en su labor creativa, retratas también su lado humano.
Porque su trayectoria vital está muy ligada a su evolución como artista. No hay una sin la otra. Ouka Leele no existiría sin las experiencias de Bárbara Allende. Así, sus recuerdos de niña, veraneando en San Rafael, rodeada de la naturaleza y de sus familiares, o cómo se enfrentó a un cáncer, sus primeras experiencias como pintora y fotógrafa, en plena efervescencia cultural de la Movida madrileña… van dando forma a la polifacética figura que es hoy.
Como referente de la Movida, ¿qué aportó su obra a la España de aquellos años?
Cuando hablamos del Madrid de finales de los 70, Bárbara y yo la describimos como una ciudad gris, apagada, melancólica. Ella fue precursora en vestirse con colores vivos y chillones, que transmitían luz y alegría, junto a un pequeño grupo de osados que poco a poco dieron forma a la Movida. Y esa forma de ver la vida y vivirla la proyectó en sus fotografías y pinturas. La Movida fue, sin duda, un movimiento cultural rupturista y desafiante respecto a la etapa anterior, un acto de rebeldía frente a toda autoridad. Una explosión de creatividad y una experimentación de la vida a tope. Y sobre todo había un elemento anti-comercial que ahora lo inunda todo. Es formidable que en Occidente se haya llegado al consumo, porque a lo largo de la historia se ha pasado mucha hambre, pero lo malo es que no hay hoy por hoy alternativa al consumismo, es algo que lo corrompe todo. Artistas como Ouka Leele pueden aportar una leal oposición a esa necedad existencial.
¿Cómo ha sido tu experiencia de hacer un documental?
Aunque probablemente no vuelva a hacer un documental por la cantidad de tiempo y energía que he dedicado a La mirada de Ouka Leele, sí es cierto que la posmodernidad, la muerte de las ideologías, el teatro del absurdo y la pintura abstracta ha provocado un gran desgaste en el arte de contar historias. Si nos fijamos bien, el 80% de las historias repiten la fórmula clásica “chico conoce chica”, con variantes sobre la infidelidad, la separación y la reconciliación. Simplemente es el talento de los actores y el contexto que las enmarca lo que distingue las películas entre sí. Las grandes historias han sido agotadas. Ahora triunfa el cine espectáculo con ese tufillo de videojuego que nos llega de Hollywood. El documental se me antoja como la gran alternativa a ese cine comercial revienta-taquillas, porque está exento de la parafernalia argumental vacía de contenido. Sin embargo, no me gusta la palabra documental, la odio.
¿Ha sido el legado de la Movida respetado o está siendo infravalorado por el arte actual?
Creo que hay gente que defiende la renovación y la efervescencia cultural de aquellos años pero a la vez hay otros que la rechazan, que piensan que fue una movimiento frívolo y absurdo. Hubo de todo, eso es una cosa positiva de la Movida: cada uno hacía lo que quería, uno era místico, otro frívolo, otro alternativo, otro pijo… pero a nadie se le decía lo que tenía que hacer. Y no había esa obsesión por el éxito y su máxima “toma el dinero y corre”. No como ahora, que hay una generación actual que no son competentes ni creativamente espontáneos, buscan desesperadamente explotar su creación, valoran su obra en términos exclusivamente economicistas. Hoy día hay un dirigismo de las autoridades culturales que ante no existía. Eso mata la libertad creativa que se le presupone al artista, pues un agente externo (gobierno, medios de comunicación, instituciones, etc) le dirige, orienta su producción. Y políticamente hablando, la Movida tenía una conciencia crítica con la clase política, estaba comprometida pero no era partidista, justo lo contrario que ahora.
Pau Vanaclocha
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