(2) LA ÚLTIMA ESTACIÓN, de Michael Hoffman.

LA FUGA FINAL DE LEV TOLSTOI
La adaptación de una novela de Jay Parini le ha servido al realizador Michael Hoffman para relatar el último año de vida del novelista ruso Lev Tolstoi (1828-1910) en un film que no pretende ser una biografía al uso sino una mirada bastante ácida sobre el amor y el matrimonio, mostrando las tormentosas relaciones entre el escritor y su esposa Sofía Bers tras 48 años de vida en común. Al mismo tiempo, surge un apasionado idilio entre su joven secretario Valentín y la hermosa Marsha, una aventajada discípula del movimiento tolstoiano. El contraste entre la pasión ilusionada de los primeros momentos y el desgaste provocado por una larga convivencia es clave para entender los problemas de pareja.
En la película abundan las referencias a la evolución ideológica del aristócrata y sus muchas contradicciones tras tomar conciencia de las injusticias sociales y de los sufrimientos del pueblo ruso. Por ello procuró la emancipación de los siervos pese a comprobar la incompabilidad de intereses entre la nobleza y el campesinado. Por entonces, Tolstoi había sufrido una crisis religiosa que le llevó a defender el pacifismo, renunciar a su título nobiliario, ceder sus propiedades y donar a la nación rusa sus derechos de autor.
Su fe en el progreso humano, su generosidad y su aspiración a una vida bohemia en libertad acabó distanciándole de su mujer, su fiel colaboradora, mucho más interesada en el bienestar y el futuro de su familia. La búsqueda de la redención espiritual a través de un amor fraterno universal, su espíritu libertario teñido de idealismo roussoniano, su defensa final del celibato, la pobreza y la práctica vegetariana le convertirán en una especie de profeta laico, el de mayor fama e influencia de su tiempo, pese a la vigilancia de la policía zarista por su crítica a la represión desatada tras el intento revolucionario de 1905 y la excomunión de la iglesia ortodoxa. Después de una nueva pelea conyugal, Tolstoi huye de su hogar y acaba falleciendo en la estación ferroviaria de Artaporo.
Pese al enorme interés del autor de Guerra y paz y la magnífica labor interpretativa de Christopher Plummer y de Helen Mirren, el film no acaba de entusiasmar por culpa de un cineasta de talento limitado, un Michael Hoffman que se muestra incapaz de trascender lo anecdótico y de calar en la esencia del drama humano, con una narrativa bastante plana que no supera los mecanismos sentimentales propios del melodrama y que impiden elevar lo individual a la cima de las grandes ideas. La última estación roza, pues, las características del biopic hagiográfico por su visión apologética del protagonista y por considerar sus abundantes dudas e incoherencias como simples manifestaciones de un carácter inquieto y generoso. Por añadidura, muchas secuencias carecen de la síntesis exgible y aparecen alargadas injustificadamente.
En la producción ha intervenido el cineasta Andrei Konchalovsky, el rodaje tuvo lugar en bellos escenarios naturales de Alemania y en los genéricos finales aparecen imágenes reales de Tolstoi y de Sofía captadas con cámaras artesanales en los primeros tiempos del cinematógrafo.
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