(1) MI NOMBRE ES KHAN, de Karan Johar.

DRAMA INTERÉTNICO CON TRASFONDO SOCIAL
La poderosa industria cinematográfica india desembarca en Estados Unidos y Europa con Mi nombre es Khan, un tempestuoso melodrama que denuncia el choque cultural que surgió entre el Islam y Occidente tras los atentados del 11-S. Un musulmán indio que padece el síndrome de Asperger se enamora de una hermosa madre soltera hindú en el marco incomparable de las calles de San Francisco. Los atentados contra el World Trade Center de Nueva York sacuden el país, provocando una oleada de odio y rechazo xenófobo contra la población árabe. Khan es detenido, acusado de terrorismo por la conducta sospechosa que le provoca su enfermedad. Tras los traumas vividos, busca entrevistarse con el Presidente de Estados Unidos para limpiar su imagen y recuperar a su amada.
Mi nombre es Khan reproduce todos los tópicos y convencionalismos del cine de Bollywood, desde esa estética kitsch plagado de colores chillones hasta un aire de musical con banda sonora étnica de fondo. Pero los peores defectos son la tendencia a la desmesura sentimental, que convierte a los personajes en simples marionetas histriónicas, y un mensaje humanista conciliador que peca de una ingenuidad infantil y de un maniqueísmo simplón.
El protagonista de esta melosa producción es un hombre noble y justo, víctima de una especie de autismo moderado con el que engatusa al público más predispuesto a la lágrima fácil, en un claro ejemplo de mimetismo gestual que recuerda a conocidos personajes del cine USA, como los pertenecientes a películas del tipo Rain Man (1988), Forrest Gump (1994) y Yo soy Sam (2001).
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