(3) EL ÚLTIMO VERANO DE LA BOYITA, de Julia Solomonoff.

LA PÉRDIDA DE LA INOCENCIA
Muchas son las películas que indagan, con mayor o menor fortuna, en ese fascinante mundo de transición entre la infancia y la madurez. Un ambiguo, amorfo y conflictivo período de toda persona en el que se navega sin rumbo entre la ingenuidad y la inocencia de una cosmología maniquea en decadencia y una creciente sospecha –que no certeza, eso viene después– de que la realidad es muchísimo más compleja de lo que se creía hasta ese momento.
La cineasta argentina Julia Solomonoff realiza en su segundo largometraje una magnífica aproximación a ese despertar a la madurez, todavía precoz, no definitivo, pero sí determinante en la vida de una niña a punto de alcanzar la adolescencia que, marginada de la red de complicidades de su hermana mayor, decide pasar las vacaciones en el campo junto a su padre, donde conoce a un niño con quien se plantea dudas que no sabe cómo afrontar. El último verano de la Boyita explora, además, un territorio parecido al de la interesante XXY (2007), de la también argentina Lucía Puenzo, pues ambas se plantean los límites de lo que llamamos “normalidad” en un tema tan delicado como el de la identidad sexual. El gran logro de Solomonoff es dotar a la historia de una sorprendente credibilidad y retratar esa transición con una naturalidad pasmosa y desde el punto de vista de la joven protagonista, carente por tanto de prejuicios adultos.
La capacidad de observación de la directora resulta admirable gracias a la sucesión de pequeños detalles –silencios, miradas, diálogos– que fluyen escena tras escena y que dan cuenta del elemento más frustrante de la incipiente madurez: se suele ignorar los aspectos más complicados del universo más cercano, pero ya se percibe su existencia.
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