(1) PRINCE OF PERSIA: LAS ARENAS DEL TIEMPO, de Mike Newell.

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En las antípodas de ese cine artesanal que recreaba, con unos medios técnicos y un presupuesto mucho más limitados que el actual, entretenidos relatos clásicos de aventuras, Prince of Persia: las arenas del tiempo se me antoja un producto industrial carente de personalidad, vacío, hueco. Efectista, sí, entretenido, también, pero olvidable, prescindible, carente de trascendencia.
Fabricado en serie, a partir de un molde fácilmente reconocible, el film se inspira en el célebre videojuego homónimo creado por Jordan Mechner en 1987 para narrar las aventuras de un intrépido príncipe en su intento por detener a un malvado visir que pretende desatar fuerzas maléficas que podrían acabar con el mundo entero. El film reproduce la estética artificiosa y colorista propia de su fuente original para dar forma a un exótico cuento oriental plagado de efectos especiales y escenarios virtuales donde prima la acción –persecuciones, luchas, explosiones, etc– frente a todo lo demás, es decir, aplica en toda su extensión la concepción más comercial del cine-espectáculo, sin aportar un ápice de originalidad.
Personalmente, me quedo con la excelente versión de El ladrón de Bagdad (1924) de Raoul Walsh, obra maestra del género de aventuras ambientado en ese Oriente milenario escenario de mil y una historias.
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