(3) YUKI & NINA, de Nobuhiro Suwa y Hippolyte Girardot.

LA INFANCIA, SIN ADITIVOS
Acostumbrados a una visión idealizada, maniqueísta y mojigata de la infancia que predomina en la sociedad, cualquier manifestación más profunda sobre el tema llama poderosamente la atención. Es el caso de Yuki & Nina, destacable película sobre la niñez y sus primeros contactos con el mundo de los adultos, codirigida por el cineasta japonés Nobuhiro Suwa y el actor galo Hippolyte Girardot, los cuales logran, por otra parte, el siempre difícil equilibrio entre la capacidad estética y evocativa del cine oriental y el carácter más urbano, teórico y social del cine europeo. Advierto al lector de que, sin duda, nos encontramos ante una de las películas más hermosas que se han hecho sobre esa etapa tan compleja e infravalorada del ser humano.
Yuki es una niña de 10 años que, al llegar las vacaciones de verano, se dedica por entero a sus juegos y a sus fantasías infantiles junto a su mejor amiga. Vive sin preocupaciones hasta el día en que sus padres deciden romper su matrimonio, viéndose obligada a abandonar Francia para acompañar a su madre a Japón. El divorcio es, pues, la primera experiencia, dura pero no traumática –nunca se cae en el sentimentalismo gratuito ni en la lágrima fácil–, a la que se debe enfrentar de ese mundo desconocido, iniciando un lento proceso de asimilación de realidades que hasta ese momento ignoraba. ¿Y cómo reacciona? Como lo haría una niña de su edad, con preguntas sin respuesta, con la ingenuidad de alguien que ni se plantea que el amor se acabe entre sus padres o que su vida tal y como la conoce llegue a su fin. Así pues, resulta sorprendente la extraordinaria naturalidad –gracias a la fantástica interpretación de Noë Sampy, la jovencísima actriz protagonista– con que se suceden los primeros interrogantes y las primeras heridas de la infancia.
Hasta ahí la parte de la historia bajo parámetros realistas. Porque de improviso, hacia la mitad de la película, sucede una súbita ruptura del tono y de las coordenadas espacio-temporales –nunca se aclara si es un flash forward, un sueño o un recuerdo– de la historia que a más de uno dejará desorientado: las niñas se fugan al bosque como protesta por la separación de los padres de Yuki, convirtiéndose la narración en algo más etéreo y abstracto, un viaje interior en el que la protagonista intenta descubrir sus raíces niponas mientras que los realizadores reflexionan sobre el paso del tiempo y su innegable relatividad. Un juego metafórico que ya se ha visto antes (Tropical Malady, 2004) y que consiste en romper con la literalidad de la ficción a favor de una especie de automatismo puro, fruto de la expresión libérrima del autor. ¿Quién dijo que las barreras del yo, aquí y ahora son irrompibles?
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