(1) EL SOLISTA, de Joe Wright.

ENTRE LA GENIALIDAD Y LA LOCURA
Discreto biopic con sabor a típico telefilm de sobremesa, El solista recrea la sincera y entrañable amistad entre el columnista de Los Ángeles Times, Steve López, y el músico vagabundo Nathaniel Ayers, un talentoso y esquizofrénico personaje que abandonó su prometedora carrera por culpa de la enfermedad.
Lejos del sólido retrato del genio “loco” que tan bien reflejó Scott Hicks en su magnífica Shine (1996), basada en la vida del pianista David Helfgott, el tercer film de Joe Wright se limita a narrar una insípida historia de amistad en la que la música es más una excusa argumental que el tema principal y la enfermedad una manifestación de genialidad más que de incapacidad.
Si a eso le añadimos pequeñas dosis de denuncia social, un mensaje gratificante sobre el poder balsámico de la música y un duelo interpretativo de dos reconocidos actores, ya tenemos configurado un drama con aspiraciones a los Oscar.
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