(3) AMERRIKA, de Cherien Dabis.

INMIGRANTES PALESTINOS EN EE.UU.
La emigración legal —con permiso de residencia y de trabajo— de una madre palestina con su hijo adolescente en Estados Unidos, acogidos por unos familiares ya instalados allí, sirve a Cherien Dabis de tema para debutar en el largometraje, utilizando gran parte de sus experiencias autobiográficas para mostrar tanto las humillaciones de su pueblo bajo la ocupación militar de Israel como las serias dificultades de los inmigrantes procedentes de Oriente Medio para integrarse en el soñado “paraíso” americano.
Amerrika, fruto de una financiación compartida entre Canadá, Kwait y USA, es un interesante film premiado por la crítica internacional en Cannes 2009. Fue rodado en Canadá y en Cisjordania a partir de unos planteamientos específicos tanto de carácter técnico —cámara a mano, luz natural, escaso presupuesto— como estilístico —formas de cinema-verité con mezcla de ficción y documental, fotografía de tonos fríos en USA y cálidos en Palestina, numerosos ensayos previos tras una rigurosa selección entre actores árabes procedentes de muchos países—.
La película destaca como crónica de una realidad cotidiana cuya riqueza psicológica, autenticidad de situaciones y caudal de emociones descansa antes en la humanidad de los personajes que en unas posturas políticas que sólo se aprecian como telón de fondo de unas conductas mucho más condicionadas por sentimientos concretos que por ideas abstractas. Cherien Dabis, nacida en Nebraska (USA), de padres jordano-palestinos inmigrantes, demuestra conocer bien aquello que narra a los espectadores: los prejuicios racistas y xenófobos que identifican a todos los musulmanes con árabes y terroristas, confundiendo raza, política y religión; o la difusa identidad de los hijos de inmigrantes, que ni son considerados totalmente estadounidenses ni auténticos palestinos. También la condición apátrida de muchos ciudadanos del Oriente Medio ocupado por Israel o el incómodo mestizaje cultural de quienes se resisten a perder sus raíces pero se ven obligados al mismo tiempo a adaptarse a las costumbres del país de acogida. Sin olvidar, desde luego, la contradicción entre la añoranza de lo perdido y la necesidad de sobrevivir, o sea, entre la dolorosa nostalgia y el anhelo de un futuro mejor.
Amerrika huye a la vez del panfleto y del folletín sensiblero, logra mezclar sabiamente drama y humor, abriendo finalmente una ventana a esa esperanza razonable construida sobre la constancia y el sacrificio. En esta película habita la verdad porque está poblada de seres humanos de carne y hueso, aquelos que tiene que luchar duramente cada día para resolver problemas de trabajo, de vivienda, de escuela, de cultura y de idioma en una tierra que no es la suya.
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