(2) RICKY, de François Ozon.

ALAS
El director galo François Ozon construye en este film una inquietante pero hermosa historia que integra, con sorprendente habilidad, un tono y un lenguaje más propios del cine social con elementos fantásticos con los que, tal y como hizo en su opera prima Regarde la mer (1997), realiza una peculiar revisión de los cuentos de hadas, en este caso desmitificando la imagen tierna e inocente del ángel pueril que suele acompañar las escenas pictóricas de temática religiosa.
Un bebé, fruto de un amor espontáneo e inesperado entre un hombre y una mujer de clase baja, ambos trabajadores de una fábrica en las afueras de una gran ciudad, sufre una mutación gracias a la cual le nacen alas en su espalda. A partir de ahí, la trama se diversifica: los intentos de la familia por mantenerlo oculto, la presión de los medios ante el inevitable descubrimiento, la comunidad científica y médica que les insta a realizar todo tipo de pruebas… sin novedad alguna, por otra parte, pues existe una película que trata sobre el mismo tema: Antonio Mercero narró un caso similar, pero con distinto tratamiento, en Tobi (1978). La diferencia entre ambos films es la interpretación del hecho “milagroso”: lo que para el realizador español era objeto de una mirada cómica, para Ozon tiene todos los ingredientes de una tragedia humana, resultando una maldición para los protagonistas que hace incluso replantearse la paternidad.
Desgraciadamente, la estructura de cuento, aunque perverso, no puede evitar la conocida moraleja de “la familia que crece unida permanece unida” o “cualquier obstáculo es superable gracias al amor”, con un final redentor y satisfactorio para el público bienpensante que, no obstante, no responde a todas las dudas planteadas.
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