(3) EL ERIZO, de Mona Achache.

7 RUE GRENELLE, PARIS
Esta libre adaptación de la novela La elegancia del erizo de Muriel Barbery ha constituido el debut en la dirección cinematográfica de Mona Achache, que ha tenido que ingeniárselas en el guión para convertir en imágenes un texto eminentemente literario. Y lo ha logrado mediante un relato fílmico sobre la cotidianeidad que compagina realismo y fantasía, dramatismo y aliento poético. La realizadora ha evocado, en declaraciones suyas, los cuentos infantiles con el hada, la cenicienta y el príncipe, encarnados aquí en tres vecinos de un céntrico piso de París: una niña de 11 años, inteligente y sensible; la portera de la finca, interpretada por Josiane Balasko; y un educado jubilado japonés.
La mayor originalidad de El erizo consiste probablemente en haber agrupado a estos tres personajes, caracterizados por alguna modalidad de discriminación o marginación y haberlos dotado de costumbres y sentimientos tan anticuados como nobles, incompatibles con los neuróticos mecanismos de convivencia familiar y social vigentes en la actualidad. El padre, por ejemplo, es un político obsesionado por el poder y la madre tiene un carácter inestable necesitado de apoyo psicológico.
La niña y la portera, como co-protagonistas, se alternan como punto de vista narrativo de unas situaciones que rozan en ocasiones lo convencional pero que acaban resolviéndose con talento y buen gusto. La película es, sobre todo, una exaltación del trato humano, del intercambio de afectos y del respeto mutuo, tendentes a romper la soledad y la incomunicación de las personas.
A la presencia de Ariane Ascaride en un pequeño papel y a la hermosa música de Gabriel Yared como elementos destacables, hay que añadir la sabia utilización de algunas pequeñas metáforas para materializar ciertos conceptos de mayor abstracción en el texto original: las estrellas del firmamento y el pez rojo, la cámara de vídeo y los dibujos en el cuaderno como experiencias y formas expresivas con que la imaginativa chiquilla escapa de su realidad hogareña para crear un universo a la medida de sus necesidades y deseos.
El erizo es un film que muestra pocas novedades argumentales pero que destaca por la verdad de las emociones que transmite al espectador, por atreverse a proponer la cultura como uno de los caminos más provechosos hacia la felicidad y por alguna entrañable cita cinéfila introducida por la realizadora, como por ejemplo las últimas imágenes de Las hermanas Munekata (Yasujiro Ozu, 1950).
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