(2) PLANET 51, de Jorge Blanco, Javier Abad y Marcos Martínez.

UN GRAN SALTO PARA LA ANIMACIÓN ESPAÑOLA
Asistimos a un verdadero hito cuyo alcance todavía se desconoce. Por primera vez en la historia, un film de animación español está compitiendo de igual a igual con las superproducciones estadounidenses, incluso tiene la osadía de usurpar espacio en las carteleras de aquel país, siendo distribuido por Sony Pictures en más de 3.000 salas.
Y es que las cifras que rodean a Planet 51 son de escándalo: 70 millones de dólares de presupuesto —sin incluir lo invertido en la creación del estudio y en el desarrollo del software que ha hecho posible la película—, una campaña agresiva de marketing con la que se ha dado a conocer y una inteligente estrategia a nivel mundial de merchandising para vendernos todo tipo de productos —videojuegos, muñecos, libros, ropa, menús infantiles, etc.— relacionados con el film. Ilion Animation Studios, productora española con sede en Alcobendas (Madrid), y los jóvenes realizadores Jorge Blanco, Javier Abad y Marcos Martínez han pensado a lo grande, y el riesgo asumido ha valido la pena porque sólo en su primera semana de exhibición se han recaudado más de 40 millones de dólares en todo el mundo, siendo el film español más taquillero de 2009.
Ahora bien, ¿cómo se han plasmado todos esos recursos en la película? Planet 51 es, visualmente, espectacular. Un alarde tecnológico aplicado a la recreación de un universo animado tridimensional, poblado de personajes que trasmiten emociones y sentimentos, que se mueven e interactúan con asombroso realismo. El grado de detalle y de definición en la imagen se sitúa en unos parámetros muy superiores a la media. Su argumento juega con una clásica fórmula de éxito: el cambio de rol o la vuelta de tuerca, planteando la posibilidad de que un astronauta —estadounidense, como no podía ser de otra manera— llegue a un planeta habitado, convirtiéndose él en el alien y sus habitantes en unos “terrestres” cuya apariencia y costumbres parecen ancladas en los años 50 americanos, cuando el fenómeno OVNI —contextualizado en la paranoia anticomunista de la Guerra Fría— estaba en su máximo apogeo.
No obstante, la no disimulada intencionalidad comercial del film descuida el lado artístico del mismo, ya que en ningún momento de Planet 51 se manifiesta algo superior a una expresividad meramente funcional que no abandona el infantilismo crónico que afecta a la animación estadounidense. Como ha de venderse, el film debe seguir las reglas del mercado USA, que incluyen diversos guiños cinematográficos, la clásica historia de superación personal y un final perfectamente cerrado satisfactorio para todos, con un mensaje utópico de solidaridad y amistad universal.
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