(3) GIGANTE, de Adrián Biniez.

LA BELLA Y LA BESTIA
La cinematografía uruguaya ha sido siempre esa gran desconocida, sin duda perjudicada por la indiscutible proyección internacional del cine argentino, su país vecino. El punto de inflexión fue el estreno en Valencia de un film insólito: Whisky (2004), de los jóvenes realizadores Pablo Stoll y el malogrado Juan Pablo Rebella. En él, una forma de concebir el cine y narrar historias, no novedosa pero sí llamativa y eficaz, creaba una tendencia dentro de ese maremágnum llamado cine independiente. Tal fue el éxito de esta producción que posteriormente se estrenó su anterior película, 25 watts (2001), con idéntico resultado.
Gigante, la maravillosa ópera prima del argentino afincado en Uruguay Adrián Biniez bebe, salvando ciertas distancias, de ese particular estilo surgido de una genial combinación de realismo sucio, tono costumbrista y reflejo grotesco de un espejo deformado –una versión light del esperpento valleinclanesco–, que tiene por objetivo contar historias cotidianas protagonizadas por personajes peculiares, mostrándolos con todos sus defectos y virtudes. Comedia romántica alejada de todo convencionalismo, Gigante narra el enamoramiento de un solitario vigilante de seguridad por una empleada de la limpieza del supermercado donde ambos trabajan en turno de noche. Desde la sala de control donde monitorea un universo de tediosa monotonía y donde no pasa nunca nada, nuestro protagonista se convierte en una especie de ángel de la guarda de la joven amada, viéndose obligado a expresar con extrema dificultad sus sentimientos en el duro contexto de un proceso de reducción de plantilla.
Destaca por encima de todo una narración ralentizada hasta límites insospechados, demostrando un férreo control del ritmo y del lenguaje cinematográfico, describiendo en escasas secuencias una vida marcada por la rutina. Pero también se revela por parte del realizador un ingenioso sentido del humor, catártico y pesimista, que prende espontáneamente en momentos y lugares nada sospechosos de generar la sonrisa cómplice del espectador. Una pequeña producción realizada con mucho talento.
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