(2) MOON, de Duncan Jones.

SUSPENSE EN EL ESPACIO
Gran vencedora de la pasada edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, al obtener los galardones a Mejor Película, Mejor Guión, Mejor Actor y Mejor Diseño de Producción, Moon podría considerarse un nostálgico regreso a la ciencia-ficción reflexiva y pesimista de los años 60 y 70, influido por grandes directores como Stanley Kubrick, Andréi Tarkovski o Ridley Scott, combinado con un incipiente discurso de contenido social contextualizado en el tan explorado campo de la conquista espacial.
El film cuenta la historia de un astronauta que se encuentra cerca de finalizar su contrato con la multinacional para la que ha trabajado durante tres años viviendo en una base de la Luna. Dos semanas antes de su regreso a casa con su mujer y su hija comienza a tener extrañas visiones y a sentirse extraño, pero no será hasta la llegada de su sustituto cuando vea sus sospechas en cuanto a los verdaderos propósitos de la empresa.
Pese a contar con un presupuesto limitado, el joven realizador Duncan Jones, hijo de David Bowie, ha elaborado un entretenido relato fantástico que profundiza, como los clásicos antes citados, sobre la soledad del ser humano y su enfrentamiento ante una naturaleza inhóspita e inabarcable, y sobre el siempre controvertido tema de la clonación humana y sus consecuencias filosófico-morales, especialmente en lo relativo a la identidad, naturaleza y status de las “copias” y su integración en sociedad.
Pero además resulta llamativo cómo Moon muestra el futuro; sucio, cercano y claramente identificable —la tecnología no sorprende por su avanzado diseño ni por su alto grado de sofisticación, sino todo lo contrario: los decorados, en ese sentido, son bastante cutres—, así como conflictivo en el plano socio-laboral, pues asistimos al grado sumo de explotación del individuo por parte de una empresa, la conversión del ser humano en un mero instrumento, intercambiable como si fuera una tuerca más del proceso productivo, incluso eliminable según la lógica económica, en pro del ahorro de costes. Tal vez, si no se pone freno a esa destructiva e inhumana lógica capitalista, ése sea el futuro que espera a la clase trabajadora.
Sin alcanzar la originalidad, el talento ni esa chispa que encumbra a una película en el pedestal de obra singular, Moon merece no obstante el reconocimiento recibido en Sitges. Un título a tener en cuenta, sobre todo para los aficionados al género. Eso sí, no se debe esperar el derroche de efectos especiales tan característico del cine hollywoodiense, pues el film recupera el gusto por las maquetas, bien conseguidas, por otra parte.
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