(2) EL IMAGINARIO DEL DOCTOR PARNASSUS, de Terry Guilliam.

AL OTRO LADO DEL ESPEJO
Fiel a su inconfundible estilo, el cineasta británico-estadounidense Terry Guilliam realiza en su último film, El imaginario del doctor Parnassus, una peculiar versión del mito de Fausto. Para ello despliega su asombrosa capacidad, sobradamente demostrada, de sugerir mundos paralelos alejados de cualquier lógica, creados a partir del poder de la imaginación, de la fantasía y de los sueños. El delirante universo onírico creado por el ex miembro de los Monty Python –con claras reminiscencias dalinianas– resulta bastante atractivo y evoca sus anteriores trabajos, especialmente la extravagante e incomprendida Las aventuras del Barón Munchausen (1989), donde el colorido visual y la sorprendente escenografía abrieron nuevos caminos en el género fantástico.
Este oscuro cuento de hadas –cuya estética recuerda al cine de Tim Burton– sobre el pulso entre el diablo y un soñador impenitente con ínfulas de salvador de la Humanidad está enriquecido con un elenco de personajes secundarios de lo más sugestivo, destacando por encima de todos al interpretado por el malogrado actor Heath Ledger, sustituido tras su fallecimiento por tres compañeros de profesión, Johnny Deep, Jude Law y Colin Farell, en un oportuno malabarismo que acaba reforzando la naturaleza contradictoria del personaje.
La historia del Dr. Parnassus y su extraordinario Imaginario, un show itinerante donde el público tiene la oportunidad de elegir entre la luz y la oscuridad, entre la bondad y la maldad, bebe de diversas fuentes literarias y cinematográficas especialmente en el uso de determinados objetos, como el espejo-mecanismo que sirve como puerta de entrada al otro mundo, referencia ineludible de Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll, o en la figura del feriante que hipnotiza al público, alusión a la imprescindible El gabinete del Doctor Caligari (1920), el primer film expresionista de la historia, en la que destacaban los decorados distorsionados que creaban una atmósfera amenazante.
A pesar de todo, el film está lejos de considerarse obra maestra. No es, ni de lejos, su mejor obra, tanto por el abuso del efectismo digital en detrimento del decorado tradicional, por el convencionalismo y la precipitación en el desenlace y por el empacho de estilismo que acaba afectando a la solidez de la historia.
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