(4) DESPEDIDAS, de Yojiro Takita.

DE AQUÍ A LA ETERNIDAD
La profesión de amortajador sólo la recordaba representada en el cine por el film Los seres queridos (Tony Richardson, 1965), una sátira implacable aunque algo tosca del negocio de la muerte en EE.UU. que abarcaba la totalidad del proceso funerario. Despedidas se limita a la práctica profesional previa al entierro, de la ceremonia del amortajamiento de los cadáveres, un pomposo ritual consistente en lavar, vestir, maquillar y colocar en el féretro a los fallecidos ante sus familiares y amigos, que cobra especial relevancia en la sociedad nipona donde los sentimientos son reprimidos y las personas suelen evitar todo contacto físico.
La película, que obtuvo el Óscar a la mejor producción extranjera y multitud de premios del cine japonés, sorprende por la franqueza con que se muestra a la muerte, directamente y sin tapujos, algo que ya inventó Ingmar Bergman en Gritos y susurros (1972), pero que Yojiro Takita acaba convirtiendo en un arrebatado canto a la vida, con una mezcla de drama y de humor hecho con enorme sensibilidad y sutileza en un relato cuya linealidad es rota por varios flashbacks del protagonista y que comparte la teoría de Pasolini de que sólo la muerte da sentido a la vida, del mismo modo que el fin configura el significado definitivo de las películas.
Despedidas es una obra extraordinaria que debe mucho a la influencia del cine de ambientes domésticos del maestro Yasujiro Ozu: ritmo pausado y solemne, perfección interpretativa, personajes complejos, rigor analítico en la mirada y profundos sentimientos. Yojiro Takita, que empezó haciendo films eróticos en 1981, es considerado actualmente uno de los mejores cineastas nipones, cualidad que demuestra cumplidamente su última obra, dotada de una hermosa banda sonora musical de Joe Hisaishi, complementada por Beethoven, Brahms y Bach-Gounoud, una radiante fotografía de Takashi Hamada que hace resplandecer los paisajes en las sucesivas estaciones del año y pequeñas metáforas creadoras de incontenibles emociones en torno al eje temático de despedidas y encuentros, de pérdidas y logros.
En países como Japón y España, donde la muerte de allegados es un tema tabú casi ocultado o tratado con la mayor asepsia posible, un film como Despedidas está destinado a causar un fuerte impacto por la forma tan lógica y natural de abordar la difícil relación entre los vivos y los muertos. Pero biología y humanismo se dan de la mano en este delicado catálogo sobre las diversas maneras de morir tanto jóvenes como ancianos. El melodrama alcanza aquí las más excelsas cumbres del arte fílmico gracias al mundo que late alrededor del protagonista, un joven violonchelista huérfano y en paro que regresa a su pueblo natal y se ve obligado a ejercer la profesión considerada más repugnante e indigna, la que acaba siendo su vocación.
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