(2) DELTA, de Kornél Mundruczó.

AMOR INCESTUOSO
Con planteamientos propios del drama rural naturalista creado en la segunda mitad del siglo XIX por las novelas de E. Zola, G. Verga o E. Pardo Bazán, el tercer largometraje del húngaro Kornél Mundruczó es una coproducción germano-magiar ambientada en la actualidad y ubicada en el gran delta del río Danubio, en la costa rumana del Mar Negro. Presentada a concurso en el Festival de Cannes 2008, esta película minimalista evoca tanto algunos dramas campesinos filmados por G. de Santis como, por el contexto, esa crónica del romanticismo desencantado que realizó el joven I. Bergman en 1952, Un verano con Mónica.
El río caudaloso, las islas, los canales, los bosques y las barcas conforman el marco geográfico concreto donde se dirime el conflicto fundamental entre la libertad individual y la intransigencia colectiva. La pareja protagonista, hermano y hermana, construye una casa de madera en medio del río para poder vivir a su aire mientras en el pueblo domina un machismo agresivo que estalla ante la sospecha de consumación del amor incestuoso. Familia y vecinos se unen en la reprobación del tabú conculcado pero es el padrastro de la chica quien consuma la brutal violación, que es mostrada de lejos mediante un prolongado y angustioso plano general.
Pero al realizador no le interesa subrayar lo morboso sino resaltar la pureza e inocencia de la joven pareja que se ama al margen de normas morales y de convenciones sociales. Por eso el relato, de ritmo pausado, planos largos y fotografía muy contrastada por una iluminación natural, opta por la vía de la elipsis y el lirismo en medio de una naturaleza contemplada al modo panteísta antes que por la condena de una “perversión sexual” que indigna a una colectividad tan frustrada como reprimida.
A la tragedia narrada, repleta de influencias cinéfilas, se le puede reprochar un excesivo esquematismo y falta de matices, aunque sospecho que uno de sus modelos favoritos ha sido el maestro ruso, ya desaparecido, Andrei Tarkovski con sus preocupaciones metafísicas en torno a la naturaleza humana, sus largos silencios la trascendencia de lo cotidiano, el paisaje como mudo testigo del lento fluir de la vida, al muerte como fatal desenlace de la existencia… Pero al realizador húngaro la mirada se le queda corta y el distanciamiento buscado corre peligro de provocar la indiferencia del espectador ante la pobreza del discurso.
La música del film es de Félix Lajkó, un famoso violinista y compositor que asumio también el papel de protagonista tras el repentino fallecimiento del actor inicialmente previsto.
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