(0) IMAGO MORTIS, de Stefano Bessoni.

SUSPENSO GENERAL
Films como Imago mortis reflejan una de las contradicciones en las que, en ocasiones, caen los estudiosos del medio: como docente –imparte la asignatura de Dirección Cinematográfica– en la Nueva Universidad de Cine y Televisión de Cinecittà, se le presupone un conocimiento teórico elevado sobre el cine como medio de expresión y narración de historias. No obstante, en la práctica, adolece de una sorprendente falta de talento, algo impropio de una persona de su formación.
Imago mortis es una aburrida, convencional y endeble historia de terror ambientada en el interior de una escuela internacional de cine, donde un sangriento ritual está acabando con la vida de sus estudiantes. En el fondo del asunto se encuentra el descubrimiento de un mortífero invento con el que un científico del siglo XVII fue capaz de reproducir la última imagen recogida en la retina de los muertos. La historia en sí es lo suficientemente interesante como para hacer una película, pero Bessoni se empeña en convertirla en un fracasado ejercicio de final de curso que adolece de todos los defectos que un profesor de cine, un crítico o un cinéfilo mínimamente exigente resaltarían e identificarían como “mal cine”: una narración torpe, que encadena secuencias sin un sentido unitario y de forma caprichosa; una excesiva dependencia del susto en detrimento de la solidez de la historia; un abuso intolerable de los tópicos del género (noche, tormenta, luces que se apagan en el momento más inoportuno, fantasmas que sólo ve el protagonista); una utilización infantil de los recursos narrativos (música estridente y repetitiva que advierte del próximo susto, iluminación insuficiente para disimular una puesta en escena muy funcional); una paupérrima descripción de personajes reforzada por una interpretación bastante amateur… Resumiendo, mejor que siga dedicándose a la docencia.
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