(1) SEÑALES DEL FUTURO, de Alex Proyas.

EL FIN DEL MUNDO
Es innegable la capacidad del realizador australiano Alex Proyas de crear atmósferas claroscuras y asfixiantes, así como de dominar con eficacia los mecanismos del suspense, lo que le ha permitido alcanzar cierto renombre dentro del mundo del cine. Sus incursiones en el género de terror (El cuervo, 1994) y en el de ciencia-ficción (Dark City, 1998; Yo, robot, 2004) lo corroboran. Y, seguramente, estaríamos hablando de un nuevo éxito en su primer film de catástrofes si su desenlace no fuera tan controvertido e irregular.
Señales del futuro es un angustioso thriller apocalíptico en el que, a partir de un complejo juego de números, un profesor de astronomía viudo descubre unas predicciones escalofriantes que se van cumpliendo inevitablemente. Poco a poco, el ritmo y la intensidad crecen en el relato, gracias a la sucesión de trágicos y espectaculares accidentes, en los que la plasmación hiperreal del horror consigue poner los pelos de punta al espectador.
No obstante, tras una primera parte en la que Proyas dosifica inteligentemente la información que va dando forma al enigma —de apariencia sobrenatural—, la historia se va transformando en un caso de naturaleza alienígena en medio de una amenaza global que desvirtúa completamente el sentido y la lógica de lo narrado anteriormente.
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