(3) A CIEGAS, de Fernando Meirelles.

LA CEGUERA BLANCA
La adaptación de Ensayo sobre la ceguera (1995), de José Saramago, planteaba grandes desafíos, especialmente en un doble sentido: visual y narrativo. ¿Cómo mostrar en imágenes la ceguera, verdadero macguffin de la historia, reflejando el estado de indefensión de los personajes, su sentimiento de desorientación ante ese “mar de leche” que les impide ver? ¿Cómo trasladar la prosa extremadamente detallista y reflexiva del escritor luso al discurso dinámico del cine? Pues bien, a través de un efectivo ejercicio de estilo, el realizador y productor brasileño Fernando Meirelles ha dado con unos recursos expresivos, nada originales pero oportunos en el caso que nos ocupa –la utilización de colores muy claros, los constantes fogonazos de luz, la sobreexposición lumínica, el empleo de imágenes reflejadas y de extraños encuadres, la creciente asincronía entre lo que se ve y lo que se oye–, que logran trasladar, con gran dramatismo, esa limitación sensitiva, contagiando la angustia y la desesperación que sufren los protagonistas a los incautos espectadores.
Por otra parte, A ciegas es una adaptación hiperrealista de la parábola social propuesta por el considerado más importante escritor vivo en lengua portuguesa. Fielmente, reproduce las escenas recogidas en la novela, la cual consumí ávidamente en el que fue mi primer contacto con el autor, tratando el debate filosófico que emana de la obra literaria: ¿qué es y por qué surge la ceguera colectiva? Lo que Saramago propone, en una metáfora nada sutil, es que el ser humano es incapaz de verse a sí mismo, de ver y comprender a sus semejantes, de ser conciente de los problemas que acosan al planeta (hambre, guerras, destrucción del medio ambiente) y que amenazan con su destrucción. Pero va más allá: la novela denuncia el carácter efímero y superficial de la civilización, primera víctima cuando se pone al límite la supervivencia. La humanidad, aquello que es propio del ser humano y que nos distingue del resto de animales, es una finísima capa (educación, cultura) que cubre y mantiene controlado el lado instintivo y salvaje del hombre, que aparece espontáneamente a la menor sensación de peligro, miedo o ansia de poder. En esa exposición de la degeneración humana en un contexto apocalíptico, Meirelles no renuncia a mostrar explícitamente la barbarie: la falta de higiene que nos acerca al estado animal, el comportamiento del clan mafioso abusando de su fuerza para robar y forzar a las mujeres a cambio de comida, la venganza de la protagonista contra sus agresores… pero también muestra pequeñas dosis de esperanza: la solidaridad y la cooperación que surgen dentro del grupo de protagonistas, los momentos de intimidad y el amor que surge entre el caos.
Es por ello que A ciegas se me antoja un interesante e inclasificable film. Una extraña combinación, al igual que su referente literario, de realismo mágico, ciencia ficción, ensayo científico y drama romántico que analiza cuestiones puramente mundanas junto a profundas y universales reflexiones morales.
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