(3) VALS CON BASHIR, de Ari Folman.

FÁBULA DE LA SINRAZÓN HUMANA
Curtido en el mundo del documental, el realizador hebreo Ari Folman ha logrado convertir el cine en un insólito ejercicio de terapia, personal y colectiva, con el que exorcizar los fantasmas de la barbarie. Nominada a la categoría de Mejor Película Extranjera en los pasados Oscar, Vals con Bashir es un repulsivo pero inteligente y lúcido documental animado en el que se reconstruye, mediante un discurso onírico cargado de metáforas y sueños delirantes –el tiempo difumina los recuerdos, omitiendo y deformando la realidad–, la brutal matanza de palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila durante la I Guerra del Líbano, perpetrada por los falangistas cristianos libaneses con el beneplácito y el apoyo logístico del ejército israelí. Folman ha conseguido con su cuarta película transmitirnos la cruel realidad de la guerra y lo terrible de su inutilidad.
Aprovechando su propia experiencia como soldado, Folman indaga en los mecanismos del olvido, eficaz mecanismo de defensa psicológico, y de la culpa. Más de 20 años después de aquel suceso, inquieto por una recurrente pesadilla, decide entrevistar a antiguos compañeros de armas con el objetivo de salir de la amnesia y superar el trauma. Así se van reconstruyendo los hechos, gracias a una curiosa combinación de animación tradicional, 3-D y rotoscopia, en una especie de fábula claroscura de la sinrazón humana.
A través del film, el realizador demuestra que “la guerra es tan inútil que cuesta creer que sea real” porque no se parece en nada a lo que vemos en las películas. Anécdotas nada heroicas como soldados que huyen del frente, que se esconden del enemigo, que disparan al horizonte sin saber desde dónde les atacan conforman un certero retrato de la guerra y de los que participan en ella. Y los sueños, sobrecogedores, se suceden en la pantalla: perros rabiosos que corren por una ciudad fantasmagórica, soldados desnudos emergen como zombis de la playa, una mujer gigante desnuda socorre a un soldado a punto de ahogarse en el mar, un recluta bailando en medio de un granizo de balas… es la representación gráfica de la demencia, el absurdo de todo conflicto bélico.
Quien, a estas alturas, siga considerando la animación como un género “menor” destinado exclusivamente a un público infantil, no podrá estar más equivocado.
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