(1) SIETE ALMAS, de Gabriele Muccino.

EL BUEN SAMARITANO
Tras la edulcorada y tierna En busca de la felicidad (2006), Gabriele Muccino insiste en la disección de la bondad humana. Sin alcanzar la dimensión social de los films de Frank Capra, máximo representante de la “fórmula Capriskin” —comedias sociales donde un individuo se enfrenta de forma idealista a un sistema corrupto o injusto—, el director italiano recoge el testigo de la defensa de los valores éticos y morales, el optimismo, la libertad individual y el amor al prójimo.
Si en su primera película en lengua inglesa criticaba el sueño americano narrando las dificultades de un padre divorciado para salir adelante en un contexto de paro y miseria, en Siete almas multiplica exponencialmente la dosis de sentimentalismo con un apoteósico canto a la redención. Traumatizado por la muerte de su mujer, un hombre intenta redimirse cambiando las desgraciadas vidas de siete desconocidos. Ello le permite a Muccino confeccionar un retrato superficial y bienintencionado del buen samaritano que llega a dar su vida por los demás, para el regocijo de un público sensible y predispuesto a la lágrima fácil.
Eso sí, lo hace con una factura técnica muy cuidada, con una sabia utilización de los recursos narrativos —música, fotografía, planificación— que encumbran esta película en la cima de la qualité. Pura máscara.
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