ANDRÉS LINARES, DIRECTOR DE “LA VIDA EN ROJO”
“EL ÚNICO MIEDO QUE DEBERÍA TENER UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA ES NO SABER LA VERDAD”
El veterano director y guionista Andrés Linares ofrece un contundente retrato de la represión franquista en su último film, La vida en rojo, adaptación cinematográfica de la novela “El vano ayer” de Isaac Rosa. Coincidiendo con el actual debate sobre la Ley de Memoria Histórica y la causa abierta contra el Juez Baltasar Garzón por investigar los crímenes del Franquismo, Linares reconstruye la agitación universitaria de los años 60 en España, usando abundante material de archivo para contextualizar los hechos narrados.
¿Qué es lo que más te atrajo de la novela de Isaac Rosa?
Muchas cosas. Lo primero fue que abarcaba un período de la historia de España que está muy poco retratado en el cine. No recuerdo en estos momentos ninguna película ambientada en los años 60 y que muestre la represión cotidiana de las autoridades franquistas. Se suele acusar al cine español de contar demasiadas películas de la Guerra Civil, cosa que pongo en duda, pero del llamado tardofranquismo, con las movilizaciones estudiantiles y obreras contra el régimen y las tensiones sociales surgidas por el inmovilismo político y el desarrollismo económico no ha sido mostrado aún. También me atrajo de “El vano ayer” su punto de vista: no contaba una historia sobre la nostalgia ni rememoraba sucesos desde una perspectiva heroica sino que mostraba una realidad muy sórdida que era la que había en la España de entonces, donde todo era en blanco y negro. El único color vivo entonces era el rojo que surgía tímidamente de unos rebeldes, obreros y estudiantes, que se atrevieron a oponerse al franquismo. Y finalmente, me sedujo la solidez de la historia y el antagonismo de los personajes protagonistas: el profesor Julio Denis, un tipo mediocre y gris que por circunstancias de la vida acaba sufriendo la violencia del Estado y desapareciendo por voluntad propia, y el alumno André Sánchez, un joven muy vitalista que lucha activamente contra la dictadura.
¿Se puede considerar una película pedagógica? Enseña una realidad que mucha gente no conocía, bien por ignorancia, bien por miedo.
Yo creo que sí. Interesadamente, diversos sectores sociales, muy escorados hacia posiciones ultraconservadoras, han sometido al revisionismo histórico la dictadura franquista para lavar su imagen. Así, se ha difundido una falsa idea de moderación del régimen en sus últimos años que no se correponde con la realidad. Seguía habiendo persecución al disidente, había una ausencia absoluta de derechos civiles y libertades, se torturaba sistemáticamente y los verdugos gozaban de inmunidad. No podías acudir a la Justicia porque los jueces formaban parte de la maquinaria represora, de hecho no había separación de poderes y el poder judicial estaba al servicio del gobierno de Franco. La lista de testimonios y documentos que lo demuestran es muy larga. Negarlo es faltar a la verdad con absoluto desprecio por ella. La vida en rojo pretende ser un honesto retrato de la lucha antifranquista, por lo menos desde el punto de vista del mundo universitario de aquella época, y de la brutal represión de las autoridades.
El film muestra la transformación de los verdugos en demócratas de la noche a la mañana y cómo eluden y justifican su comportamiento durante la dictadura.
La película tiene un trasfondo de realidad innegable. Resulta increíble que 70 años después se siga utilizando el lenguaje guerracivilista de entonces. Un vistazo a los debates televisivos o a los artículos de opinión de ciertos medios sirve para comprobar que las dos Españas continúan, aparentemente, enfrentadas. La gente responsable de torturar y asesinar durante el franquismo se sirvió de una ley de amnistía para depurarse. Ahora son los más demócratas, los que defienden con más ahínco la Constitución, aunque siguen justificando el golpe de Estado, la Guerra Civil y la dictadura matizando el grado de violencia utilizado, relavitizando el grado de totalitarismo del régimen, suavizando los calificativos del Generalísimo, al que algunos tildan con cierta ternura y admiración de “autoritario”, evitando palabras más gruesas como “fascista” o “genocida”. En la secuencia final hay una entrevista al envejecido comisario político sobre los abusos de la época anterior. Esa situación la he vivido yo. Un día conocí en una piscina del Club de Campo de Madrid a un señor que identifiqué como un inspector de policía que me interrogó años antes. Convivimos con los torturadores del franquismo gracias a la amnistía impuesta en la Transición política. Esa es la realidad.
Pau Vanaclocha
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