(1) EL TREN DE LAS 3:10, de James Mangold.

VERSIÓN POSMODERNA DEL WESTERN CLÁSICO
De la proliferación del western en los años 50 y 60, uno de los géneros más genuinos del cine estadounidense, hemos pasado a su presencia meramente testimonial en las últimas décadas. Gracias a muchas y excelentes películas pudimos conocer aspectos importantes de la colonización del Oeste, lo que representa una parte sustancial de la historia de los EE.UU. en el siglo XIX, que suele situarse entre 1840 y 1900.
Tras los veteranos maestros del género (Ford, Hawks, Wellman, Hathaway, etc.) aparecieron una multitud de magníficos artesanos cuyos films han dejado huella en nuestra memoria. Es el caso de Delmer Daves, que realizó en 1957 El tren de las 3:10, un interesante relato de carácter psicológico con Glenn Ford y Van Heflin que adaptaba para el cine un relato de Elmore Leonard. Cincuenta años después la industria USA ha decidido producir un remake ajustándolo a las exigencias del cine actual. El clasicismo inicial se ha trasformado en producto posmoderno caracterizado por la hipertrofia narrativo, el efectismo expresivo y el predominio de la acción sobre el intimismo, de la violencia sobre la psicología de los personajes.
Ya sé que habrán opiniones para todos los gustos y que son muchos los que disfrutarán con esta moderna versión. Yo me quedo con la primera porque creo que una y otra ha pasado un huracán fílmico que ha dejado su huella, casi siempre negativa, sobr ele género: el spaguetti-western, con todos sus tics y excesos tan gratos a espectadores que prefieren un cine que les impresione a otro que simplemente les muestre y les invite a pensar.
El espectáculo y el negocio es ahora lo único que importa, garantizados como están además por la presencia protagonista de Russell Crowe -Oscar al mejor actor por Gladiator– y de Christian Bale,dos estrellas de la pantalla cuyo gancho permite dotarlos de una ambigüedad moral que es uno de los rasgos distintivos de la cultura de nuestro tiempo. En el típico enfrentamiento, cada uno expone sus razones: el famoso bandido, con una larga trayectoria de robos y asesinatos, se va humanizando y adquiere rasgos atractivos para el espectador, en un proceso evolutivo que va hermanando a su antagonista, el lisiado granjero arruinado por la sequía y acosado por el cacique del ferrocarril, cuyo heroismo obedece a la necesidad de la recompensa y, sobre todo, a la búsqueda de la admiración de su hijo de 14 años, otra de las concesiones a la taquilla, dominada hace tiempo por el público adolescente.
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