(2) TROPICAL MALADY, de Apichatpong Weerasethakul.

EXPERIENCIA EN LA SELVA
El Festival de Cannes de 2004 reconoció, ante la sorpresa de la mayoría de los críticos presentes, el cuarto film del realizador tailandés de nombre impronunciable, Apichatpong Weerasethakul, con el Premio del Jurado. Tropical Malady no entraba en las quinielas por su condición de rara avis. Ciertamente, se trata de un film austero, alejado de cualquier esquema narrativo convencional, que concentra sus esfuerzos en plasmar una experiencia sensitiva y onírica ubicada en una zona boscosa de aquel país asiático.
Dividida en dos partes claramente diferenciadas, Tropical Malady narra una historia de amor homosexual entre un soldado y un campesino en una primera parte que adopta un registro cercano al naturalismo más costumbrista, que me resultó más interesante. Pero pronto aparecen ingredientes propios de la mitología autóctona –fundamentadas en leyendas y mitos que hablan de un poderoso chamán que se convierte en diversos animales salvajes para acosar a los viajeros– y, tras un confuso fundido a negro que separa ambas partes, comienza un segundo relato cuasi fantástico que narra el enfrentamiento entre el soldado y una misteriosa bestia en plena selva. En esta parte desaparece la palabra y el intelecto, elementos propios de la civilización humana, y nos sumergimos en un universo onírico e instintivo, ligado firmemente a una naturaleza indomable y peligrosa, que rompiendo la lógica de la narración tradicional, pretende enfrentar ambos mundos. Esta experiencia alegórica no es apta para todos los públicos, pero no por sus sugestivas imágenes, sino porque aburrirá a más de uno. Para cinéfilos hambrientos.
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