(1) HANCOCK, de Peter Berg.

LA REDENCIÓN DE UN SUPERHÉROE
Uno de los blockbusters del verano es el último film del realizador estadounidense Peter Berg, Hancock. Sin querer desvelar aspectos determinantes del argumento —advierto que hay un giro brusco a mitad de metraje que descoloca al espectador—, el film narra el proceso de reinserción de un superhéroe convertido, por culpa del alcohol, en un sujeto irresponsable odiado y temido por la población, mediante la ayuda desinteresada de un asesor de imagen, que le enseñará a comportarse en sociedad y a mejorar su valoración pública.
Hancock elabora una breve reflexión sobre la verdadera naturaleza del superhéroe —reconocido como tal no tanto por sus poderes sino por el uso que hace de ellos, siendo difusa la frontera entre buenos y malos, incluso franqueable en ambas direcciones—, aportando una curiosa aproximación a esa figura desde un doble punto de vista —social y psicológico—, a la vez que vemos las consecuencias que comportaría la existencia de un hombre tan poderoso como el protagonista en la realidad. Ello distingue esta película del resto dentro del subgénero superheroico, pues centra su esfuerzo en ubicar al héroe en un contexto hiperrealista y a mostrar los problemas cotidianos que le afectan e impiden desplegar todo su potencial. En ese sentido, Hancock desmitifica al héroe para hacerlo más humano y accesible: posee todos los defectos que puede tener un ser humano normal, pero ampliados exponencialmente por el carácter casi divino del protagonista.
No obstante, el director no impide que el film se decante por las fórmulas más comerciales, con la previsible sobredosis de acción y efectismo a raudales. El mensaje queda diluido, pues, a la mayor gloria de Will Smith en su papel de alcohólico borde con ínfulas de buen samaritano en una trama superficial y previsible. Entretiene, que no es poco.
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