(3) ENCARNACIÓN, de Anahí Berneri.

ASUMIR LA VEJEZ
En muy pocas ocasiones los espectadores disfrutamos de la sensación de que una película cobra vida. O mejor dicho, de que logra proyectarla provocando la absoluta identificación del público. En este tipo de films, los personajes son seres humanos tridimensionales que, con sus defectos y sus virtudes, sufren los avatares de una existencia que se muestra compleja, a veces contradictoria, pero siempre conflictiva. Encarnación, el segundo largometraje de la joven directora argentina Anahí Berneri –su opera prima, la polémica Un año sin amor (2005), no se estrenó en Valencia–, es un claro ejemplo de ello. Es un honesto pero demoledor drama que, sobre la base de un realismo casi costumbrista, habla de muchas cosas, pero especialmente de asumir la vejez, de reencontrarse con las raíces y de enfrentarse a la soledad que consume la existencia.
Encarnación, la protagonista –interpretada de forma brillante por Silvia Pérez–, es una madura vedette ya en decadencia cuya obsesión es mirarse al espejo y su miedo el paso de los años. Aprovechando el cumpleaños de su sobrina adolescente, se desplaza a su localidad natal para reencontrarse con la familia y su pasado. Encarnación, por tanto, relata un viaje iniciático –se parte huyendo de algo o de alguien, o buscando algo o alguien, y tras vivir una serie de experiencias con las que adquiere conocimiento, finalmente regresa convertida en lo que realmente es–, tanto físico como psicológico, en el que somos testigos, por un lado, del rencor y las falsas apariencias entre ella y los miembros adultos de su familia, y por otro, de ese sentimiento que comparten muchas mujeres al envejecer.
Narrado de forma eficaz, desligándose de cualquier elemento ornamental, el film de Anahí Berneri favorece los silencios y los soliloquios para enfatizar el mundo interior de la protagonista y destapar toda una red de relaciones afectivas insatisfechas o incompletas, dando a la película ese tono melancólico que, no obstante, no cae en la exageración o el sentimentalismo gratuito. Se agradece.
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