(3) ALEKSANDRA, de Aleksandr Sokurov.

LA VISITA DE LA VIEJA DAMA
De los 16 largometrajes dirigidos por el galardonado cineasta Aleksandr Sokurov, sólo habíamos podido ver en nuestras pantallas El arca rusa, un fascinante documental sobre los tesoros artísticos conservados en L’Hermitage de San Petersburgo. Ahora nos llega Aleksandra, un relato de ficción que evidencia también una voluntad de objetividad propia del documental y que fue rodado con grandes dificultades en auténticos escenarios de Grozny (República de Chechenia), el lugar a donde acude una anciana para visitar a su nieto, un capitán del ejército ruso.
El punto de vista narrativo no es otro que la mirada de la abuela, que se aloja durante unos días en un campamento militar, que asiste a las salidas de los carros blindados en misiones de vigilancia y que intenta confraternizar con la población civil «enemiga». Esta película sobre la guerra sin escenas bélicas obedece al deseo de realizador de no convertir en espectáculo efectista y gratificante lo que según experiencia propia no es sino una sangrienta confrontación sin poesía ni belleza alguna y que sólo puede mostrar la completa degradación del ser humano.
No se alude a una contienda concreta ni se esgrime criterio político alguno sino una opción moral a favor de la paz desde una perspectiva hondamente humanista. Aleksandra pretende ser, pues, una fábula de alcance universal sobre los horrores de la guerra y por eso podemos admitir, contra toda lógica castrense, que a la abuela le permitan convivir con un armamento y una disciplina militar siempre alerta ante los ataques de la guerrilla independentista. A este humanismo pacifista hay que añadir el inconfundible marchamo femenino del punto de vista fílmico, no sólo por el especial valor testimonial que aporta la protagonista sino también por la solidaridad que ella establece con las mujeres de la población chechena.
Una película que más de denunciar lo que hace es invitar al espectador, al pueblo ruso en concreto, a reflexionar sobre las guerras en general y sobre el conflicto checheno en particular mediante una crónica realista y a la vez alegórica sobre la incomodidad y la muy arriesgada vida de soldados y oficiales, carentes de todo afecto en el frente y necesitados de un mínimo de higiene y confort. Para ello Sokurov utiliza un lenguaje a la vez sencillo y denso, funcional y cargado de significados profundos, con estilo narrativo que algunos críticos relacionan con el discurso ascético y lírico de Tarkovski.
Finalmente, dos factores relevants vienen a completar los méritos del film: la presencia al frente del reparto de Galina Vishnevskaya, la legendaria cantante que brilló especialmente en las óperas rusas, viuda del excelente violonchelista M. Rostropovich; y la banda sonora a cargo de Andrei Sigle, una especie de homenaje al gran compositor Shostakovich grabado por la Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky bajo la batuta de Valery Gergiev.
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