(3) EL ÚLTIMO VIAJE DEL JUEZ FENG, de Liu Jie.

VIEJAS TRADICIONES Y NUEVO ORDEN
Primer largometraje del chino Liu Jie, presentado en el Festival de Venecia con buena acogida y algún premio, fruto de los viajes y largas estancias del realizador en la provincia de Yunnan, al sudoeste del país, donde pudo conocer a las minorías étnicas de algunas apartadas aldeas que le posibilitaron trasladar sus observaciones y experiencias a la guionista Wang Lifu. La gira anual de un tribunal ambulante por remotos y aislados caseríos habitados por campesinos pobres pone al descubierto la dificultad de imponer allí la autoridad del Estado central, cuyas leyes unificadoras chocan con las viejas costumbres y tradiciones de unas culturas milenarias.
El último viaje del juez Feng plantea el choque entre tradición y modernidad, como hacía también el film Ni uno menos con la huida del niño a la ciudad abandonando la escuela del pueblo. La mirada de Liu Jie y el viaje como fuente de conocimiento denotan una decidida voluntad de realismo en tiempo presente, cuando los criterios de la censura en China parecen haber moderado sus rigores en un país donde sólo una pequeña parte de los films producidos es de “autor”, siendo los más abundantes los de “género” con fines de entretenimiento y de propaganda oficial.
Esta voluntad de reflejar la realidad ha determinado que sólo dos personajes sean encarnados por actores profesionales, mientras el resto son aldeanos convertidos en actores improvisados. Así puede plantearse con verosimilitud el problema de la aplicación de la ley: el juez joven, un funcionario recién licenciado, es partidario de imponer las normas al pie de la letra; el juz viejo, con su ancestral sabiduría y experiencia, prefiere interpretar el mandato legal con un sentido común que permita mayor flexibilidad a fin de tener en cuenta como circunstancias atenuantes las arraigadas costumbres y tradiciones locales. La evocación de la justicia popular impartida por Sancho Panza en El Quijote como gobernador de la ínsula Barataria sería aquí pertinente.
En El último viaje del juez Feng se plantea la cuestión esencial de si es la ley la que debe acomodarse a la plural realidad humana preexistente o si es la sociedad, con toda su complejidad, la que debe someterse al mandato de las normas legales. Pero esto se complica en un país lleno de contrastes, con un campo y una ciudad de muy distintos niveles de desarrollo, donde el partido único, comunista nominalmente, no debería tolerar que campesinos pobres tengan que vivir con una media de 70 euros al año.
La película combina la ficción y el documental, las historias personales y las colectivas con una mirada humanista que hace compatible la emoción y el humor, sutiles metáforas que evitan la acción de la censura y una fotografía excelente que presta especial atención a los paisajes con altas montañas y caudalosos ríos. Todo narrado con una planificación sobria y funcional, donde la sencillez descriptiva y el pudor expresivo revelan la presencia tras la cámara de un cineasta tan honesto como sensible.
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